jueves, 22 de noviembre de 2012

CONCIENCIA


Rodrigo Valencia Q
Especial para Proclama del Cauca

Cuando despertamos, aparece el mundo; nos damos cuenta de las cosas, de las personas, de nosotros mismos, del día, la noche, el bien, el mal, la felicidad, lo terrible, etc., etc. Si no nos diéramos cuenta, no seríamos nada, no existiríamos; percibimos y por lo tanto existimos. El yo es algo que se da cuenta de sí mismo y de todo lo demás. Percibir es conciencia, y conciencia es ser. Usted es conciencia; ella surge, e ilumina el mundo; desaparece, y desaparece el mundo. Ahora bien, somos conciencia en el mundo, “ser en el mundo” (Heidegger), conciencia manifestada en el mundo; si no hay manifestación, nada hay. Vemos, tocamos, olemos, oímos, pensamos, etc. Al parecer, al entrar en sueño profundo, cada uno de los sentidos se sumerge en la única conciencia raíz, por decirlo de alguna forma; el ojo entra en ella, el oído entra en ella, el pensamiento entra en ella, y así con todas las demás conciencias del cuerpo; entonces el sujeto no ve, no oye, no piensa, no toca, no goza, no sufre. Al despertar, ellas surgen de nuevo de su fuente; se manifiestan, y el mundo es, nosotros somos, todo ES. Pero, aquí, esta parte es apenas especulación.

Ya el filósofo francés René Descartes (siglos XVI - XVII), decidiendo dudar de todas las cosas para encontrar lo verdadero, da con algo evidente por sí mismo: “Pienso, luego existo”; no puede haber pensamiento si primero usted no existe; y entonces, averiguando qué era él, descubrió un pensamiento iluminador: “Yo soy una sustancia que piensa”; y que por supuesto siente, ve, oye, gusta, etc., etc. “Descartes inaugura una filosofía de una especie enteramente nueva”, dice el filósofo alemán Edmund Husserl (siglos XIX – XX) en sus Meditaciones Cartesianas; para él era fundamental retomar el pensamiento de Descartes para así fundamentar un “nuevo comienzo radical de la filosofía”, porque “en lugar de una filosofía viviente de modo unitario, tenemos una literatura filosófica que crece hasta la desmesura, pero casi sin coherencia interna." Husserl, después de haber hecho su “reducción fenomenológica trascendental”, que es como una puesta entre paréntesis de la existencia del mundo y de todo lo que hay, encuentra que lo único que subyace es la conciencia.

En otro ámbito, muy lejos en el tiempo y la cultura, El Bhagavad Gita o Canto del Señor, la antigua escritura más leída y estudiada en la India, expresa que todo está en estado manifestado en el presente, todo era inmanifestado en el origen, todo será inmanifestado en el final. En otras palabras: se exterioriza la conciencia, aparece el mundo; se interioriza, desaparece el mundo y todo cuanto hay.

De manera análoga, Yajñavalkya, antiguo sabio de la India, le enseña la ciencia a su esposa Maitreyi: “… oh Maitreyi, el Espíritu Supremo es un océano de conciencia pura, sin límites e infinito. Habiendo dimanado de los elementos, se funde de nuevo con ellos; cuando Él desaparece, desaparece con Él todo conocimiento: no hay conciencia después de la muerte”. Y como Maitreyi quedó asombrada, él le aclaró: “No hablo con palabras de asombro; mas, para bien entender, basta con lo dicho. Pues es el caso que, donde parece existir dualidad (el mundo manifestado), uno ve a otro, oye a otro, percibe el perfume de otro, piensa en otro, conoce a otro. Pero cuando uno se convierte en el Espíritu, en el propio Ser, ¿cómo y a quién podría uno ver?, ¿cómo y a quién podría uno oír?, ¿cómo y de quién podría uno percibir el perfume?, ¿cómo y a quién podría uno hablar?, ¿cómo y a quién podría uno conocer? ¿Cómo podría uno conocer a quien lo conoce todo?, ¿cómo puede ser conocido el Conocedor?” Palabras del Brihad Aranyaka Upanishad.

Ser, conciencia, espíritu, son términos para lo mismo. Las escrituras antiguas de la India repiten hasta la saciedad: “Tú eres ESO… tú eres conciencia, nada más que la conciencia”. En ella están todas las cosas, todos los mundos, todos los pensamientos, todo conocimiento, toda experiencia sensible, moral e intelectual, imaginaria o real. Ahora bien, la metafísica especulativa podrá persistir en averiguar qué es esta “sustancia” de la conciencia; podrá especular en el misterio, podrá divagar en círculos eternos, pero no podrá ir más allá de lo patente: Conciencia es Percibir. Y este percibir, sencillamente, es usted.

Si yo escribo esto, es conciencia en forma escrita; si usted lee, es conciencia de la lectura; si usted sueña, es conciencia del sueño; si usted ama, eso es conciencia de amar; si odia, o cree, o duda, o está sano, o enfermo, etc., etc., todo ello es una forma de conciencia. Usted podrá objetar: “No, no es cierto; yo soy un cuerpo que siente”; pero el cuerpo no es más que conciencia del cuerpo, y cualquier crítica u objeción que haga no es más que pura especulación de la conciencia misma, y entonces ello anota su absoluta y confirmativa validez. “Si no hay sujetos no hay objetos; si no hay objetos no hay sujetos”, dice el Kaushitaki Upanishad. Surge la conciencia, surge el cuerpo; el cuerpo surge en la conciencia, no la conciencia en el cuerpo, como se cree vulgarmente; de modo que si desaparece la conciencia, desaparecen también el cuerpo y lo demás.

No es especulación; con una simple mirada, usted lo puede captar en sí mismo; es el sabor absoluto de todo cuanto hay. “La conciencia es toda la realidad”, dijo el filósofo alemán Hegel (siglos XVIII – XIX). Todo cuanto existe no son más que formas de conocimiento. Y de aquí podrán surgir innumerables adaptaciones, a menos que se opine que estas consideraciones son absurdas, inútiles, y que no sirven absolutamente para nada (otro criterio de la conciencia).

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