Reinel
Gutiérrez
Para finalizar cada año se escucha insistentemente desde tiempos
remotos una canción cantada por un niño que ahora debe ser adulto o abuelo, la
cual hace alusión a la vida de un pobre gamín. Hay que hacer la salvedad de que
gamín rico no hay.
Es un niño de la calle que entre lamentos dice "Espero que el
Año Nuevo me traiga prosperidad. Con fe le pido al Mesías, el calor de un
hogar". Pasa el tiempo y a cambio de que haya habido un milagro o una obra
social del gobierno, ha aumentado el número de gamines.
El lamento navideño no tiene eco, y los niños de la calle son cada
día muchos más, mientras la sociedad ora, festeja, hace pactos de paz, practica
la violencia, hace derroches, y defiende una modalidad injusta de gobierno.
No es el año que inicia el que debe solucionarles el problema a
estos niños, porque el tiempo es algo abstracto y lo que se requiere es tener
un medio ambiente de verdadera convivencia, y de bienestar colectivo.
Lamentablemente la gente creció con ataduras mentales impuestas por costumbres,
hábitos y mensajes malintencionados, y en su conciencia y pensamiento, albergan
conceptos como este: "Unos nacen con estrella y otros estrellados".
"De los pobres será el reino de los cielos". Con esos amarradijos es difícil
cambiar de mentalidad, para lograr un día que al menos desparezca del panorama
sonoro decembrino la canción del pobre gamín, porque ya no sea necesario mantenerla.
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