lunes, 31 de diciembre de 2012

Un niño en la oscuridad


Por Alfonso J. Luna Geller

Eran casi las nueve de la noche del domingo 30 de diciembre. En el parque principal de Santander de Quilichao había aglomeración familiar y todas las bancas ocupadas por gente alegre y festiva, preparándose para despedir el año. Mirábamos escrutadores, con el periodista Diego Luis Carabalí, el estreno del alumbrado público permanente para el parque General Francisco de Paula Santander, obra ejecutada por el contratista Hetelmer Escobar Balanta, cuando, de repente, se nos sentó a nuestro lado un niño, bien vestido, creo que estrenando de pies a cabeza, de finas facciones, piel clara, buenos modales y con facilidad de expresión.

Nos sorprendió cuando nos pidió que le diéramos algo de comer. ¿Andas solo? Le preguntamos. Sí, siempre lo hago. Pero… ¿cuántos años tienes? –Tengo nueve. ¿Estudias? –Sí, terminé tercero. Ya, ¿y tus padres? -No tengo papá… mi mamá salió a las ocho de la mañana para Cali, me dejó en la calle y espero que regrese hoy… -¡Cómo así! ¿Y dónde almorzaste? Dudándolo, respondió que en un restaurante donde trabaja una tía. ¿Dónde vives? –En el barrio Betania (En Quilichao, con el alto índice de consumo de sustancias psicoactivas, derroche boca-boca de bebidas alcohólicas, peligros permanentes en las vías por las velocidades de vértigo con que gente enfiestada conduce a esas horas motos y automóviles, inseguridad rampante, calles oscuras, casos de víctimas de violencia sexual, por todo eso, y más, Betania es un barrio que queda muy lejos, desde el parque principal, para un chico de su edad). ¿Te sabes el número del celular de tu mamá? – Sí, es el 312 811… cuando vio que simultáneamente nos dictaba el número íbamos marcándolo en nuestro aparato telefónico... olvidó el resto de números… Intentamos comunicarnos con alguien del Bienestar Familiar pero, claro, como todo el mundo anda enrumbado, la burocracia no se vuelve a conectar sino bien entrado el año nuevo… Quisimos llamar al cuadrante de la Policía, cuando el chico salió corriendo y se perdió entre la multitud…

En Quilichao es común encontrar en las calles niños completamente solos, abandonados a su suerte, circunstancia que se está volviendo pan de cada día. Es casi increíble que existan hombres y mujeres que no tienen el valor de afrontar las consecuencias de sus actos, abandonan a sus hijos para librarse de aquella responsabilidad que tienen sobre ellos.

No juzgo a nadie, pero tampoco me explico que haya motivos tan fuertes para que aquellas personas que pudieron dar vida a un ser inocente sean capaces de desprenderse y dejarlo, para ver si él tiene la suerte de que alguien milagroso que lo encuentre se apiade de ellos y les den esa vida que sus progenitores se niegan a darle.

Las sociedades donde existe autoridad y entidades responsables de la niñez, respetables y respetadas, tienen menores índices de abandono de niños. Esta es otra señal de alerta en Santander de Quilichao, donde el maltrato psicológico ocurre cotidianamente haciendo víctimas a los niños; niños que obligadamente van a parar allá, adonde todos sabemos, pero lo permitimos muchas veces, haciéndonos los que no entendemos por qué la sociedad actual está como está.

El maltrato sicológico contra los niños se evidencia a cada instante cuando alguien intencionalmente no le suministra al niño alimento, vivienda, permite que el niño presencie actos de violencia o maltrato severo entre los padres o adultos, ignora, insulta o amenaza al niño con violencia, no le suministra un ambiente seguro ni apoyo emocional o muestra descuido imprudente por el bienestar del niño.

Otra evidencia para los encargados de la prevención, de los programas comunitarios que deben realizar trabajadoras sociales, o de los programas escolares diseñados para mejorar la crianza, la comunicación y la propia imagen, así como para la identificación de niños maltratados, que son planes y proyectos que quedan muy bonitos, adornando las oficinas de la burocracia del ICBF o las correspondientes de las alcaldías.

Las consecuencias de no prevenir son muy graves: tendencia a sufrir trastornos de conducta que conducen al niño, primero a la falta de valores y de allí a la delincuencia. ¿Los responsables? Luego, hablamos, ¡ahora estamos de rumba!

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