jueves, 27 de septiembre de 2012

LAS BRUMAS Y VELOS DEL DÍA


Rodrigo Valencia Q
Especial para Proclama del Cauca

¿Ha leído usted a los místicos? Escaleras secretas me llaman desde esas páginas donde la vivencia del misterio reemplaza a la razón.

Como quiera que sea, nuestra razón es poquísima cosa para entender a Dios; por eso, como de alguna manera tú me decías ayer, la superstición usurpa el lugar del conocimiento.

Cuando se habla de relación con Dios, en primer lugar, ¿Qué es Dios? Todo el mundo habla de Dios pero nadie sabe qué es. Yo, en cambio, prefiero no hablar de cosas que más bien son equívocos culturales, interpretados por cada quien según sus alcances, prejuicios y arbitrio. Si no busco y encuentro el Alma, la sustancia de las cosas, lo Eterno, soy un profano, por más que con buena voluntad, pero con bastante ingenuidad, me comporte “bien” ente los ojos de "Dios".

Yo busco a Dios en el semejante. Cuando actúo en favor de otro de alguna manera, mejor si es yendo más allá de la obligación.

Sólo concibo el acercamiento a Dios por medio de la teología mística, es decir, esa ascesis interior que descubre nuestra propia naturaleza del alma. El prójimo es el hermano que amamos u odiamos; el otro. Entrega, servicio, filantropía y cosas de esas. Lo dudo; suerte si logra encontrar eso Abscóndito, Secreto, Innominable, Numinoso.

Para que veas. Ni yo voy a Dios por tu camino, ni tú por el mío.

Cada cosa tiene un camino, que hay que aprender de sus respectivos maestros. Yo no voy por mi camino; voy por el que indago de ellos.

La relación de los hebreos con Dios era simple: cuando se portaban bien Dios estaba con ellos, cuando se portaban mal venían las pestes, las guerras, los cultivos se perdían, la sequía no daba tregua. De tal forma que Dios estaba en cada uno de ellos y en todos. Y a lo largo del viejo testamento se mantiene, en los hebreos, aquello de que el nombre de Dios no puede ser pronunciado. Esa es la mayor contradicción entre judíos y cristianos; y la mayor blasfemia, claro, llamar a Dios Jesucristo.

Que no puede ser pronunciado quiere decir que es un misterio inefable, inmanifiesto, más allá de toda comprensión; sin embargo, el Dios de la Biblia se manifiesta en la historia y sus vicisitudes. Todavía esperan al Mesías porque en su profana interpretación no han entendido que el Mesías no es un hombre de la historia sino el principio eterno que está en el hombre, y que se manifiesta en todo ser humano que accede a la Gracia Santificante.

Y dónde está la terquedad, ¿en los judíos o en los cristianos?

En ambos: judíos, cristianos... Y en toda suerte de ingenuos que creen que Dios es algo exterior a ellos mismos, algo sentado allá arriba, no sabemos dónde, en un trono inalcanzable. Si hay un Dios por fuera de uno mismo, entonces, ¿quién logrará cruzar ese abismo insondable, para entrar en contacto con esa grandiosidad?

Tocas unos terrenos muy misteriosos.

Me abruma el misterio; es mi terreno; indago en las brumas y en los velos del día. La pura especulación, el conocimiento teórico y devoto posible, no alcanzan a escalar esos muros mancillados por discursos teológicos y reglamentos ingenuos de los hombres. “Vendrá el tiempo en que hay que adorar en espíritu y en verdad”; lo demás es mito, como en toda religión abocada a lo profano.

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