Rodrigo Valencia Q
Especial para Proclama del Cauca
— ¿Ha leído usted a los místicos? Escaleras secretas me
llaman desde esas páginas donde la vivencia del misterio reemplaza a la razón.
—Como quiera que sea, nuestra razón
es poquísima cosa para entender a Dios; por eso, como de alguna manera tú me
decías ayer, la superstición usurpa el lugar del conocimiento.
—Cuando se habla de relación con Dios, en primer lugar, ¿Qué es Dios?
Todo el mundo habla de Dios pero nadie sabe qué es. Yo, en cambio, prefiero no
hablar de cosas que más bien son equívocos culturales, interpretados por cada
quien según sus alcances, prejuicios y arbitrio. Si no busco y encuentro el
Alma, la sustancia de las cosas, lo Eterno, soy un profano, por más que con
buena voluntad, pero con bastante ingenuidad, me comporte “bien” ente los ojos
de "Dios".
—Yo busco a Dios en el semejante. Cuando actúo en favor de otro
de alguna manera, mejor si es yendo más allá de la obligación.
—Sólo concibo el acercamiento a Dios por medio de la
teología mística, es decir, esa ascesis interior que descubre nuestra propia
naturaleza del alma. El prójimo es el hermano que amamos u odiamos; el otro.
Entrega, servicio, filantropía y cosas de esas. Lo dudo; suerte si logra
encontrar eso Abscóndito, Secreto, Innominable, Numinoso.
—Para que veas. Ni yo voy a Dios por
tu camino, ni tú por el mío.
—Cada cosa tiene un camino, que hay que aprender de sus
respectivos maestros. Yo no voy por mi camino; voy por el que indago de ellos.
—La relación de los hebreos con Dios era simple: cuando se
portaban bien Dios estaba con ellos, cuando se portaban mal venían las pestes,
las guerras, los cultivos se perdían, la sequía no daba tregua. De tal forma
que Dios estaba en cada uno de ellos y en todos. Y a lo largo del viejo
testamento se mantiene, en los hebreos, aquello de que el nombre de Dios no
puede ser pronunciado. Esa es la mayor contradicción entre judíos y cristianos;
y la mayor blasfemia, claro, llamar a Dios Jesucristo.
—Que no puede ser pronunciado quiere decir que es un
misterio inefable, inmanifiesto, más allá de toda comprensión; sin embargo, el
Dios de la Biblia se manifiesta en la historia y sus vicisitudes. Todavía esperan
al Mesías porque en su profana interpretación no han entendido que el Mesías no
es un hombre de la historia sino el principio eterno que está en el hombre, y
que se manifiesta en todo ser humano que accede a la Gracia Santificante.
—Y dónde está la terquedad, ¿en los judíos o en los cristianos?
En
ambos: judíos, cristianos... Y en toda suerte de ingenuos que creen que Dios es
algo exterior a ellos mismos, algo sentado allá arriba, no sabemos dónde, en un
trono inalcanzable. Si hay un Dios por fuera de uno mismo, entonces, ¿quién
logrará cruzar ese abismo insondable, para entrar en contacto con esa
grandiosidad?
—Tocas unos terrenos muy misteriosos.
—Me abruma el misterio; es mi terreno; indago en las brumas y en
los velos del día. La pura especulación, el conocimiento teórico y devoto posible, no alcanzan
a escalar esos muros mancillados por discursos teológicos y reglamentos
ingenuos de los hombres. “Vendrá el tiempo en que hay que adorar en espíritu y
en verdad”; lo demás es mito, como en toda religión abocada a lo profano.
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