¿EL PUNK PUEDE MORIR
SI LE CIERRAN LA GARGANTA CON REJAS?
Por Leopoldo de Quevedo y
Monroy
Locombiano
Putin,
va de paso acelerado, tiene la mirada de acero y sus nervios brincan de celo
por sí mismo. La santa Rusia de El Padrecito Stalin de sangre fría salida de
Siberia ha vuelto a revivir una tenebrosa historia. Ojalá no por mucho tiempo.
No está la harina para tortas de torturas, para tapar la boca y quitar los
tatuajes de la lengua a quienes no piensan como su presidente o sus guardianes
oficiales.
El
mundo global no puede imitar a los lobos que llevan en sus venas nieve y no
tienen el calor que hace a los hombres humanos. Está sucediendo en Siria y su
tierra está herida con diente tirano. Los pueblos han recorrido una larga
secuencia de crímenes de Estado, de guerras intestinas, de separación de
hermanos, de gritos de independencia.
Las
épocas de la impía Inquisición medieval han dejado unas imágenes, unas cenizas,
unos instrumentos horrendos que nos negamos a repetir entre urnas de cristal o
barrotes de hierro. La jerarquía eclesiástica desde Roma entrenó a canónigos y
obispos para que iniciaran las nefandas cacerías de brujas que luego fueron
sacrificadas en hogueras. En plazas y tarimas eran expuestas e interrogadas
para hacerlas recaer en supuestas herejías contra la fe católica y romana.
No
puede ser que hoy un presidente en una república de carácter laico, heredero de
férreas disciplinas de la KGV y de ideas nacionalistas quiera asimilar su
ideología a una religión y obligue a pensar que su mandatario es intocable,
venerable y presidenciable por los siglos de los siglos.
Tres
cantantes irreverentes, Nadia, Katia y Masha, librepensadoras, iconoclastas,
como todo artista moderno en cualquier nación del mundo, con sus arreos
personales de tatuajes, cantos, clanes y propaganda, han empleado su voz y fama
para expresar su opinión de rechazo al régimen putinista.
La
magistrada que lleva el caso, como nueva sacerdotisa pagana, con poder y
policía y cárceles se ha erigido en vengadora de la popularidad ofendida y los
ha encerrado para cerrar su boca y acallar su canto de protesta. Prohibido
protestar, prohibido opinar contra el régimen, prohibida la oposición,
prohibida la oportunidad de pensar distinto bajo la amenaza de multa o pérdida
de la libertad en la prisión.
No
han reaccionado abiertamente los venerables jerarcas de las iglesias religiosas
porque la protesta se llevó a cabo dentro de una catedral. Pero sí lo hizo la
justicia rusa porque su Presidente se sintió ofendido y vulnerado en su
dignidad pontifical y cuasidictatorial.
Los
gobiernos de extrema derecha o izquierda tienen ese lastre pernicioso. Caer en
la tiranía, en la represión a sangre y fuego. Se erigen en dioses terrenos y se
atornillan en el poder con complicidad del aparato judicial y los mandos
militares sin importar que el pueblo caiga en la cárcel, bajo las balas o el
desaparecimiento definitivo mientras las demás naciones contemplan de lejos la
parodia.
19-08-12
11:32 a.m.
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