Conversaciones con Mateo Malahora
En nombre de la paz,
desatan guerras.
¿No tienen
vergüenza?
Nikki Giovanni
Tuve la oportunidad de asistir
hace unos días a Toribio, Cauca, Colombia, con motivo del apoyo y solidaridad
otorgados por movimientos sociales caucanos, organizaciones no gubernamentales
nacionales e internacionales, intelectuales de la región, nacionales, europeos
y suramericanos, a la Nación Nasa, asentada desde hace milenios en la región
montañosa del Norte del Cauca y parte del Tolima, población severamente
victimizada, desde hace medio siglo, por el conflicto armado interno que padece
nuestro país.
Mientras viajábamos en una “chiva”
con nuestras compañeras y compañeros recreamos la historia de una nación
indígena que asestó duros reveses a los invasores españoles y resistió
valerosamente al dominio cultural, militar y social del imperio hispánico.
La Cacica “La Gaitana”, en la
época de “La Conquista” y el Indio Quintín Lame, en las décadas de comienzos
del Siglo XX, son dos figuras emblemáticas que ilustran en el horizonte
indígena de la región el valor, la tenacidad en la lucha y la inteligencia para
convocar a su pueblo, sin conocer la rendición.
Pensar que los indígenas son
seres de escasa formación, como lo proclaman los paradigmas occidentales, sin
valores, insignificantes, de chicha y coca, de comportamientos inferiores,
despreciables e indignos, es asociar su pobreza con la humildad y el servilismo
que no tienen.
En el lenguaje páez no existen
las palabras indios pusilánimes, humillados, humildes, miedo, vasallaje, o
sumisión piadosa.
El indio fiel a la Corona
española, dócil al encomendero, manso al esclavista, obediente al amo y a la
petulancia de los criollos adocenados al despotismo ibérico no se encuentra en
la historia de los Nasas, ni de los Coconucos, ni de los Yanaconas.
Quien quiera ver un indio
humilde, a la usanza de la cultura reverente y temerosa, no lo encontrará en
los indios del Cauca, pero tampoco encontrará indios impíos, paganos, ateos o
comunistas, como pretenden que los veamos los heraldos de la injusticia, algunos
menguados y mezquinos comunicadores sociales y los fanáticos del biologismo
contemporáneo que hablan o escriben de manera deliberada, remunerada o
inconsciente en defensa de razas superiores.
¿Humildes, iletrados, analfabetos
y repulsivos estéticamente?
Bárbaros y atrasados
culturalmente son quienes por sus rudimentarios y primitivos saberes y
conocimientos no entienden ni aceptan que los indios históricamente han sido
sometidos a una expoliación salvaje.
Desde las urbanizaciones
amuralladas, las parcelas con jardines artificiales, los apartamentos de
existencia muelle y placentera, las réplicas de mansiones principescas y la
parafernalia del “buen vivir”, donde se glorifican el mármol, el vidrio y el
granito, que llenan los estándares de las exigencias impuestas por el modelo
social contemporáneo, se ve al indígena como un espantajo peligroso y una
amenaza contaminante, física, política y estética.
Por eso debió causar estupor y asombro,
entre los estamentos y grupos sociales que presumen ser portadores de genomas
humanos salvadores o providenciales, que el Presidente Santos asistiera a un
“palabreo” con los indios nasas y levantara, con aprobación de diálogo,
construcción de paz y compromiso político y social, el bastón de mando de la
Guardia Indígena, símbolo irrefutable de la no violencia.
Asomadero, Vereda de Toribio, Agosto de 2012
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