EL MANJAR DEL ARROZ CON HUEVO
Por Leopoldo de Quevedo y
Monroy
Locombiano
Tal
vez usted no se extrañe por el título de este perfil de una cantidad de granos
blancos con tintura de fruto de gallina. Quizás usted ha probado alguna que
otra vez la sabrosura de este pasaboca y comida frugal. Frugal quiere decir,
modesta y en pequeña cantidad.
El
arroz con huevo cualquiera lo puede hacer. Es más fácil que preparar un tinto.
O es lo mismo que hacer una aguadepanela. No me venga usted a decir, hermano locombiano,
que usted no lo ha comido, porque no se lo voy a creer. Por más que diga que ha
ido a mejores hoteles, allá también lo sirven en platería de Cerdeña o Corelle.
¿Quién
no sabe cómo se prepara un arroz? Para los que no lo saben, Black and Decker ya
puso a circular la olla arrocera. Es en menos de media hora que usted tiene el
arroz. Luego le arroja un huevo batido, lo revuelve al fuego y ¡zas!, ya tiene
arroz con huevo. Lo sirve en plato mediano y… a comer, se dijo.
El
arroz con huevo, como toda familia humilde, no tiene blasón ni genealogía
alguna. Nació de padres desconocidos. La madre parece que vino de China y el
padre es el mismo huevo que sale de una gallina. Tal vez, vio la luz una tarde cuando
una familia pobre tenía mucha hambre. Cuando el arroz era barato y el huevo
costaba dos centavos. Con media libra y dos huevos o uno solo, se iba el hambre
al olvido y a la cama. ¿Usted lo experimentó en la época más dura de su vida?
Yo sí y mis hijos también.
No
tenía empleo, no sabía ni dar catecismo, pero en la tienda vecina me fiaban el
arroz y los huevos mientras conseguía dinero. Fueron unos días algo tristes,
pero en la mesa el plato medio amarillo era la mejor comida del mundo.
Nunca
envidié ni miré siquiera a quienes entraban a un restaurante. Tenía el mejor
almuerzo, el mejor pan de desayuno y la mejor cena. Y sobrevivimos. Alabado sea
el arroz con huevo, la gallina que lo pone y la tierra que lo produce. Ah, pero
no puedo dejar de hablar bien de la aguadepanela que endulzaba el suficiente
plato de arroz con huevo.
Hoy,
si voy a Comfandi en Calima-Darién o si voy al Hotel Aristi de Medellín o al
Caribe de Cartagena también puedo pedir un plato de arroz con huevo y lo como
con el mismo fervor que en aquellos días de pujo y de desempleo. Ese placer no
lo tienen los sibaritas de cuello blanco. Guácara, dirán.
Cualquier
día o el fin de semana será el acompañante del desayuno. Y la ventaja es que no
engorda. Mi novia me sorprende a veces: ¿Quiere un poquito de arroz con… ya
sabe con qué?, - me dice. No puedo decir que no, porque ella ya lo ha escrito
en su agenda. Ella disfruta y a mí no me cuesta sino sentarme a la mesa y
disfrutar tan rico manjar.
¡Que
viva el arroz Blanquita o Huila, caliente o tibio con huevo triple A o el que
sea con sal y cebolla y, si es con ajo y pegao, mejor! Pero que lo sirvan
rápido, echando humito.
20-08-12 11:01 a.m.
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