miércoles, 22 de agosto de 2012



EL MANJAR DEL ARROZ CON HUEVO


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Locombiano

Tal vez usted no se extrañe por el título de este perfil de una cantidad de granos blancos con tintura de fruto de gallina. Quizás usted ha probado alguna que otra vez la sabrosura de este pasaboca y comida frugal. Frugal quiere decir, modesta y en pequeña cantidad.

El arroz con huevo cualquiera lo puede hacer. Es más fácil que preparar un tinto. O es lo mismo que hacer una aguadepanela. No me venga usted a decir, hermano locombiano, que usted no lo ha comido, porque no se lo voy a creer. Por más que diga que ha ido a mejores hoteles, allá también lo sirven en platería de Cerdeña o Corelle.

¿Quién no sabe cómo se prepara un arroz? Para los que no lo saben, Black and Decker ya puso a circular la olla arrocera. Es en menos de media hora que usted tiene el arroz. Luego le arroja un huevo batido, lo revuelve al fuego y ¡zas!, ya tiene arroz con huevo. Lo sirve en plato mediano y… a comer, se dijo.

El arroz con huevo, como toda familia humilde, no tiene blasón ni genealogía alguna. Nació de padres desconocidos. La madre parece que vino de China y el padre es el mismo huevo que sale de una gallina. Tal vez, vio la luz una tarde cuando una familia pobre tenía mucha hambre. Cuando el arroz era barato y el huevo costaba dos centavos. Con media libra y dos huevos o uno solo, se iba el hambre al olvido y a la cama. ¿Usted lo experimentó en la época más dura de su vida? Yo sí y mis hijos también.

No tenía empleo, no sabía ni dar catecismo, pero en la tienda vecina me fiaban el arroz y los huevos mientras conseguía dinero. Fueron unos días algo tristes, pero en la mesa el plato medio amarillo era la mejor comida del mundo.

Nunca envidié ni miré siquiera a quienes entraban a un restaurante. Tenía el mejor almuerzo, el mejor pan de desayuno y la mejor cena. Y sobrevivimos. Alabado sea el arroz con huevo, la gallina que lo pone y la tierra que lo produce. Ah, pero no puedo dejar de hablar bien de la aguadepanela que endulzaba el suficiente plato de arroz con huevo.

Hoy, si voy a Comfandi en Calima-Darién o si voy al Hotel Aristi de Medellín o al Caribe de Cartagena también puedo pedir un plato de arroz con huevo y lo como con el mismo fervor que en aquellos días de pujo y de desempleo. Ese placer no lo tienen los sibaritas de cuello blanco. Guácara, dirán.

Cualquier día o el fin de semana será el acompañante del desayuno. Y la ventaja es que no engorda. Mi novia me sorprende a veces: ¿Quiere un poquito de arroz con… ya sabe con qué?, - me dice. No puedo decir que no, porque ella ya lo ha escrito en su agenda. Ella disfruta y a mí no me cuesta sino sentarme a la mesa y disfrutar tan rico manjar.

¡Que viva el arroz Blanquita o Huila, caliente o tibio con huevo triple A o el que sea con sal y cebolla y, si es con ajo y pegao, mejor! Pero que lo sirvan rápido, echando humito.

20-08-12                               11:01 a.m.

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