LUCY AMPARO BASTIDAS PASSOS
En Latinoamérica, Colombia es potencia militar. 480.000 hombres
componen las Fuerzas Armadas, número igual al de militares en Brasil, siendo su
territorio ¡siete veces más grande que el nuestro!, afirma León Valencia. Del
Presupuesto General de la Nación se invierte el 13%, cercano a los $22 billones
para mantener la Seguridad Nacional, que resulta un jugoso negocio para los
insaciables señores de la guerra.
Es obvio que se necesita la Defensa Nacional, pero su exagerado
crecimiento la convierte en una jugada de vendedores de guerra y muerte,
manejada por Empresas Militares Privadas, EMP, principalmente de Estados
Unidos, que se lucran junto a intermediarios locales que comercian desde
alimentos, uniformes, medicamentos, maquinaria de guerra, y hasta ‘planes
psicológicos para el control de masas’, con prebendas a periodistas y medios de
comunicación que al estilo hitleriano saben que ‘las batallas se ganan en los
medios’.
La maldita guerra interna que mantiene el statu quo, ha favorecido
a los ricos más ricos de Colombia y del exterior. Ha generado un clima de odio
entre colombianos, acuñado con un lenguaje burdo de terror, que sataniza al que
no está de acuerdo con las confrontaciones guerreristas, para tildarlo de
favorecedor de la guerrilla.
Asimismo las guerrillas se han convertido en soldados irreflexivos
de las Empresas Militares Privadas y de los gobiernos que las sostienen,
convirtiéndose en el pretexto perfecto para que estas tenebrosas empresas de la
muerte, exageren el aprovisionamiento bélico colombiano.
En el gobierno de Santos hemos visto un asomo de inteligencia
humana en el conflicto, al concretar los diálogos con la guerrilla. Son
entonces los mercaderes bélicos quienes temen la paz, al ver desplomarse su
rentable oficio. Es curioso que no haya un cese bilateral de hostilidades. Será
que ¿el gobierno está sometido a coacciones para que abandone los diálogos de
paz? Sin duda, pues de otro modo no se explican los bombardeos sobre los
campamentos en tregua, que como dice el columnista Arturo Prado, deberían
convertirse en campamentos de paz.
La sociedad entera tiene la obligación de arropar la paz, y
protegerla de los guerreros que dan alaridos de fuego. Es imperativo mediante
el Acuerdo de Paz, derribar las Empresas Militares Privadas, que desuellan el
erario público.
Debe hablarse de paz desde las aulas, los púlpitos, el campo, los
intelectuales, artistas y deportistas. Emprender charlas y debates que desarmen
las almas. Es el momento de portar una flor blanca, un símbolo, que libere a
las mujeres de seguir pariendo hijos para la guerra. Es una responsabilidad
histórica de todos los colombianos avivar las luces de la paz, que encarrile la
equidad.
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