jueves, 17 de enero de 2013

¿Quién le teme a la paz?


LUCY AMPARO BASTIDAS PASSOS

En Latinoamérica, Colombia es potencia militar. 480.000 hombres componen las Fuerzas Armadas, número igual al de militares en Brasil, siendo su territorio ¡siete veces más grande que el nuestro!, afirma León Valencia. Del Presupuesto General de la Nación se invierte el 13%, cercano a los $22 billones para mantener la Seguridad Nacional, que resulta un jugoso negocio para los insaciables señores de la guerra.

Es obvio que se necesita la Defensa Nacional, pero su exagerado crecimiento la convierte en una jugada de vendedores de guerra y muerte, manejada por Empresas Militares Privadas, EMP, principalmente de Estados Unidos, que se lucran junto a intermediarios locales que comercian desde alimentos, uniformes, medicamentos, maquinaria de guerra, y hasta ‘planes psicológicos para el control de masas’, con prebendas a periodistas y medios de comunicación que al estilo hitleriano saben que ‘las batallas se ganan en los medios’.

La maldita guerra interna que mantiene el statu quo, ha favorecido a los ricos más ricos de Colombia y del exterior. Ha generado un clima de odio entre colombianos, acuñado con un lenguaje burdo de terror, que sataniza al que no está de acuerdo con las confrontaciones guerreristas, para tildarlo de favorecedor de la guerrilla.

Asimismo las guerrillas se han convertido en soldados irreflexivos de las Empresas Militares Privadas y de los gobiernos que las sostienen, convirtiéndose en el pretexto perfecto para que estas tenebrosas empresas de la muerte, exageren el aprovisionamiento bélico colombiano.

En el gobierno de Santos hemos visto un asomo de inteligencia humana en el conflicto, al concretar los diálogos con la guerrilla. Son entonces los mercaderes bélicos quienes temen la paz, al ver desplomarse su rentable oficio. Es curioso que no haya un cese bilateral de hostilidades. Será que ¿el gobierno está sometido a coacciones para que abandone los diálogos de paz? Sin duda, pues de otro modo no se explican los bombardeos sobre los campamentos en tregua, que como dice el columnista Arturo Prado, deberían convertirse en campamentos de paz.

La sociedad entera tiene la obligación de arropar la paz, y protegerla de los guerreros que dan alaridos de fuego. Es imperativo mediante el Acuerdo de Paz, derribar las Empresas Militares Privadas, que desuellan el erario público.

Debe hablarse de paz desde las aulas, los púlpitos, el campo, los intelectuales, artistas y deportistas. Emprender charlas y debates que desarmen las almas. Es el momento de portar una flor blanca, un símbolo, que libere a las mujeres de seguir pariendo hijos para la guerra. Es una responsabilidad histórica de todos los colombianos avivar las luces de la paz, que encarrile la equidad.

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