jueves, 17 de enero de 2013

PAUL DISNARD, EL COMBATIENTE


Por ROMAN BALVANOVIC

La vida y la obra de Paul Disnard (pseudónimo de Neftali Sandoval-Vekarich) es una bifurcación de dos dicotomías. De doble ascendencia, colombiana y yugoslava, por lo mismo de doble expresión artística, rebelde y amotinado por una parte, por otra íntima y lírica. Su atalaya espiritual en sus años de infancia fue obra de Adela Vekarich, su madre, proveniente de una antiquísima familia ragusina, era ella una poeta y una flor tardía del espíritu ilustrado de Cvieta Zuzoric, mecenas del arte del siglo de oro de la vieja República de Ragusa. Creció en la localidad de Popayán, en el sur de Colombia, allí empezó a escribir y publicar sus poemas en los diarios colombianos de la época. Como becario de la RFS de Yugoslavia terminó sus estudios en la Facultad de Filosofía, Departamento de Etnología, de la Universidad de Belgrado. Gran parte de su vida se desarrolló en Yugoslavia, fue funcionario de la Embajada de Colombia, con el correr de los años la Embajada de México lo llamó para que organizara y dirigiera la biblioteca de esa misión diplomática. De cuerpo y corazón permaneció fielmente ligado a Belgrado y Serbia, aun después de la trágica desaparición de Yugoslavia puesta su pluma al servicio de la causa Serbia. Por una breve temporada de su juventud vivió en México un poco antes de su llegada a Yugoslavia.


Sandoval Vekarich pertenece a esa constelación de poetas y escritores latinoamericanos que se enfrentan a la realidad de la sociedad contemporánea de su entorno y se expresan con una escritura rebelde, dura y de combate. Por aquellos años de maduración del poeta Paul Disnard resonaban por América Latina los roncos tambores guerreros de el son que no se puede bailar de Nicolás Guillén (“¡Oh, Colombia prisionera!”). Tiznada la cara con los colores bélicos y adoptando su nombre de combate como tantos otros de su generación, Paul Disnard levantó su voz contra la tiranía militar de su amada Colombia y de igual manera bronco y decidido contra la guerra en el Vietnam, algo planetario de la juventud mundial de aquella época que desembocó finalmente de manera brillante por las calles de Paris en 1968.

Pero esa amarga protesta poética no era solo una rebelión ni un capricho de juventud contra las formas concretas de un momento histórico, por lo contrario era y ha sido una profunda expresión del humanismo y libre sensibilidad del poeta que se evidencia en el espíritu prolongado y consistente de Paul Disnard, el combatiente que levanta su voz aun varios años después cuando en el otro extremo del planeta un pueblo pequeño y heroico fue víctima cruel de un bombardeo similar al que destruyó Guernica por parte de la coalición satánica de un inmenso y cínico poder por el dominio del mundo. Pero si el auditorio de su juventud del Café de la Paz en Bogotá aplaudía al joven poeta combatiente, el gélido silencio de la élite cultural de ese pequeño pueblo en la otra orilla del mar confirmó el sombrío presentimiento del poeta serbio Branko Miljkovic: “¿acaso se puede cantar la libertad como lo hicieron los esclavos que la reclamaban?”

Sus primeros poemas fueron publicados en los suplementos literarios de los diarios colombianos de entonces. El escritor Eduardo Santa escribió: “Este joven poeta… es un innovador, como uno de los primeros trovadores que osaba salirse de los parámetros convencionales de una lírica más o menos formal… Había bebido en las fuentes de Walt Whitman y de Nicolás Guillén y sus estrofas tenían algo de la fuerza vital del primero y de la estridencia de los tambores del segundo.”

Paul Disnard publica su primer libro de poemas bajo el título Y regresará el soldado (Bogotá, 1955, Edit. Juventud de América), libro de pequeño formato que allanada la imprenta por la policía de la dictadura de esos macabros años terminó en la hoguera. Publica en l978 un pequeño libro de cuentos Las dos noches de un día muy largo (Bogotá, Edit. Radar) y en 1997 Poseidón en Molunat (Belgrado, Edit. Magnus, también en 1997) la crónica De la no muy verídica y menos incierta historia de la perínclita Villa de Quilichao (Belgrado, Edit. Magnus). Publica después dos cuadernos de poesía Llamadme el Combatiente (Belgrado, 1998 Edit. Magnus) y La Oca de Cantimpalos (Belgrado, 1999 Edit. Magnus), y su gran poema en defensa de Serbia La Gran Señora de la Luz (Belgrado, 2002, Imprenta Cara Dusana b.b), con prólogo de la poeta húngaroserbia Katalin Ladik. Finalmente Neftali Sandoval Vekarich, poemas, cuentos, relatos y crónicas los reagrupa en un solo volumen en una edición de lujo titulada En la otra orilla del viento (Cali, 2012, Edit. Proclama). Es un libro que escapa a una clasificación específica, tampoco hace falta, es en realidad un testimonio y homenaje muy valioso de una época desde mediados del siglo XX, su vida y su literatura.

Fiel a su vocación rebelde y a los impulsos propios de su naturaleza libre de ataduras y compromisos sus libros tienen un tiraje limitado pues en esencia son un regalo para sus amigos y las Bibliotecas de Colombia y Serbia.

Roman Balvanovic

Belgrado, enero de 2013

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