HORACIO DORADO G.
horaciodorado@hotmail.com
Como vigilante de la ciudad y artesano de la palabra, reafirmo: el día que desaparezcan las techumbres, cúpulas y fachadas, Popayán será un poblacho más del Cauca y no la ciudad colonial.
En este leguleyo país y en Popayán, todo el mundo hace lo que se le venga en gana. Aquí devastadores disfrutan destruyendo el patrimonio arquitectónico de la ciudad desde hace tiempo, sin que nadie diga ni haga nada, porque por encima está “el debido proceso”. Manoseada frase que favorece a quienes utilizan los mejores juristas, contra los abogados del Estado, nombrados no precisamente por sus buenas calificaciones universitarias.
En pleno corazón de la ciudad, en la carrera novena con calle sexta esquina, a una cuadra de la Contraloría Departamental, alguien que no debe ser de Popayán, de la noche a la mañana derribó fachadas por ambos lados reemplazándolas por unas horrorosas vitrinas. Es posible que semejante adefesio comercial, para los que hablan de emprendimiento, el progreso riña con el pasado. Yo empecé esta cruzada hace mucho tiempo pero me gana la destrucción. Creo que el control se nos fue de las manos. Lamento que contra intereses tan fuertes no podamos luchar.
Existe un mamotreto llamado plan especial de manejo y protección (PEMP) para la conservación de los inmuebles del Centro histórico, ni más ni menos que “un perro bravo sin dientes”, demasiados trámites que contribuyen a lo ilegal. Pues cuando se trata de proyectos que afectan la conservación integral, al solicitar permisos ante la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura en Bogotá para una construcción en el centro histórico, tarda más de seis meses, si bien le va.
Para el caso, motivo de esta columna (Kra 9, calle 6ª), que va contra las normas de la conservación arquitectónica, ni siquiera fue presentada una solicitud al consejo de patrimonio departamental, mientras la malhadada obra ya está concluida. Y no existe autorización, no adelantaron un solo trámite para cumplir semejante despropósito de tumbar puertas, ventanas y fachadas porque la ley ya no asusta. Como el ejemplo del avión, que es tan poco probable que se caiga que uno se sube. Así mismo, en Popayán es tan poco el riesgo de sanciones o multas, que derruyen a diestra y siniestra. Porque mientras llega “el debido proceso” con las tres boletas de citación, pasan meses y meses en el procedimiento y luego ante el Contencioso Administrativo transcurren cuatro años, y si llegado el caso llegaran a sancionar, es con una risible multa. Entonces, poco importa, porque la construcción de apartamentos o locales comerciales de mal gusto, rentan lo suficiente para pagar la sanción.
En fin... la afrenta contra Popayán es diaria. Quien destruye de esa manera odia a la ciudad, porque con su denigrante acción atenta contra el patrimonio arquitectónico. Son comerciantes organizados los depredadores a martillazos, como si los Bomberos prendieran candela. ¡La barbarie está de moda en Popayán!
Civilidad: Si ya no existen los avisos de “SELLADO”, apague y vámonos.
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