jueves, 20 de diciembre de 2012

VIVIR ES UN PELIGRO


Rodrigo Valencia Q – Donaldo Mendoza
Especial para Proclama del Cauca

R: —Cantidad de virtudes curativas le atribuyen ahora al agua.

D: —En los pueblos de la costa se traga agua desde que la persona se levanta hasta que se acuesta, y no hay estudios que digan que tienen mejor salud.

R: —Experiencia diciente. Sólo el "agua de la vida" se sostiene en la leyenda.

D: —Puede ser. Quizás sea la leyenda la que sane.

R: —Lo que sana es la creencia; la leyenda puede estimular la fe, y, por ende, propiciar eventos de curación.

D: —Creencia que debe ser conducida por la sabiduría, porque si va de la mano de la superstición son otras contingencias.

R: —No necesariamente; si usted cree que una vulgar piedra puede sanarlo a usted de determinada dolencia, es probable que así suceda, y eso es superstición. Toda superstición desarrolla fuerza espiritual; de ahí ciertas enajenaciones, lugares de milagros, sitios de peregrinación…

D: —Así es. La superstición activa poderes mágicos, los atribuye, etc.

R: —La mayor superstición es la vida; nos ha hecho creer todas las mentiras que la llenan.

D: —Nos ilusiona la felicidad, un amor...

R: — Sólo cierta felicidad conquistada con esfuerzo, sacrificios y amor, justifica este tránsito. Vivir es un peligro; todo el tiempo nos acosan designios que, aún entre felicidades pasajeras, no son más que traiciones a la trascendencia. El vértigo nos lleva, el vértigo nos ilusiona, el vértigo nos mata.

D: —Vivir: aventura, contingencia, vegetar en algunos casos, rutinas...

R: — Vivir: buscar el lado bueno de las cosas, quizás.

D: —Vivir, un destino impredecible. Hace unos días recibí la noticia de que quien fuera mi mejor amigo murió de infarto en mi tierra.

R: —Lo siento. Cuando muere un amigo, mueren todas las fiestas y corazonadas del cielo.

D: —La noticia pasa tan cerca de uno como una avalancha; seguimos vivos de milagro. Nos dejan para seguir echando el cuento.

R: —De cerca y de lejos, la muerte nos visita sin escrúpulos. Algún día nos toca en el hombro y dice: "Tu turno, hijo".

D: —Así cumple sus citas el inexorable destino; ningún quite es posible pactar con él.

R: —Pierde uno el tiempo con la queja por el destino que tocó en suerte. Un rayo parte el mundo, pulveriza el pensamiento, y entonces el sonido primigenio de la manzana se convierte en riachuelo de la nada...

D: —Ninguna prosa o verso será suficiente para explicar lo inexplicable, lo inefable. Edipo murió tratando de descifrarlo…

R: —El destino no muestra compasión; cierta displicencia es su único lenguaje; extiende el edicto, y el día se convierte en noche. A su debido tiempo, Edipo se cumple en nuestras vidas.

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