Reinel Gutiérrez
Al terminar el año empiezan las reflexiones, y entonces se echa mano del repertorio que está en la memoria y uno dice que el señor Guillermo Buitrago, nunca pensó que su canción "Víspera de Año Nuevo" fuera para toda la vida.
Ha sido una especie de himno nacional que nadie puede cambiar. Por su parte Rodolfo Aicardi ya murió, pero no hay fin de año en el que la gente no baile su música como tantos viejos cantantes, porque los jóvenes no han sido capaces de componer algo impactante que los borre.
Meditando un poco, aparece en el pensamiento que el lenguaje es bastante amplio y que por este tiempo aparece el calendario con toda la información de meses, días etc. Algunos tienen paisajes, pero cuando van acompañados de fotos de mujeres semidesnudas se llama "calentario". El Feliz Año que nos deseamos no pasa de ser una vaga intención, pues no se pueden superar las barreras que impiden su práctica.
Cuando uno se sienta y deja divagar la mente, entonces concluye que la felicidad sí existe, de otro modo cómo se explica la expresión de intensa emoción de un hombre que ríe abiertamente en el parque, salta, grita, baila y hace otras piruetas, demostrando su gran alegría.
Desde hace mucho tiempo, no estoy de acuerdo con que en escenarios deportivos, en bailes, en actos públicos, unos demuestren gran valentía para jugar, bailar, o actuar, demostrando su destreza y arrojo, pero resulta que lo hacen porque ingirieron algo, o lo fumaron, mientras a uno le toca a "palo seco". Entonces pienso, no hay valientes, o capaces, sino obnubilados que no saben lo que hacen, pero lo hacen, y hasta reciben aplausos. Meditando así despedimos el año, dejando en sitio visible las sanas intenciones para el próximo.
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