viernes, 21 de diciembre de 2012

Colombia tendrá su primera santa canonizada


Por: Luís Barrera

Laura de Jesús Montoya Upegüi, una monja maestra de escuela, defensora de los indígenas, escritora y mística, será la primera santa canonizada colombiana por el Vaticano.

El milagro que la llevará a los altares se verificó en la persona de un médico de Antioquia que padecía un mal incurable y sanó de manera inexplicable para la ciencia tras encomendarse a la inminente santa paisa y que será canonizada, después de que el papa Benedicto XVI aprobara el decreto por el que se reconoce un milagro por su intercesión.

Laura de Jesús Montoya Upegui es la fundadora de la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Beata Virgen María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena. Nació en Jericó (Antioquia) el 26 de mayo de 1874 y falleció en Belencito-Medellín el 21 de octubre de 1949.


Los colombianos en adelante ya tenemos una verdadera santa muy cerca a Dios a la cual podemos pedirle con fe que interceda por nosotros porque ser santo es un privilegio que consiste en participar de la santidad de Dios.

Los santos del cielo como la hermana Laura murieron en gracia de Dios. Su santidad comenzó en la tierra. Ella en su vocación religiosa siempre estuvo fascinada por la belleza de Dios y por su perfecta verdad al servicio del evangelio del amor que éstas la fueron progresivamente transformando.

Por esta belleza y verdad estuvo en su apostolado dispuesta a renunciar a todo, también a sí misma. Le fue en todos sus actos, suficiente el amor de Dios, que experimentó y transmitió en el servicio humilde y desinteresado del prójimo en las tierras antioqueñas que le vieron nacer y morir hace ya varias décadas.

Desde el Cauca la familia católica registra este gran acontecimiento para la Iglesia y sociedad colombiana. La Iglesia es una gran familia en la que Dios es Padre, Jesús el Hermano Mayor, el Espíritu Santo es el santificador que comunica amor entre los miembros de tal manera que, aunque no los hemos visto, podemos llegar a conocer y amar mucho a los santos como la hermana Laura de Jesús. Ella nos enseña con su ejemplo de vida, y puede guiar e interceder por nosotros, así como María que es la madre de la familia santa.

A veces se piensa que la santidad es un privilegio reservado a unos pocos elegidos. En realidad, llegar a ser santo es la tarea de cada cristiano, es más, podríamos decir, de cada hombre y mujer en última instancia, consiste en vivir como hijos de Dios, en esa “semejanza” a Él, según la cual, han sido creados.

La experiencia de la Iglesia demuestra que toda forma de santidad, si bien sigue caminos diferentes, siempre pasa por el camino de la cruz, el camino de la renuncia a sí mismo. Las biografías de los santos describen a hombres y mujeres que, siendo dóciles a los designios divinos, afrontaron en ocasiones pruebas y sufrimientos inenarrables, persecuciones y martirios.

El ejemplo de los santos es para nosotros un aliento a seguir los mismos pasos y a experimentar la alegría de quien se fía de Dios, pues la única causa de tristeza y de infelicidad para el hombre se debe al hecho de vivir lejos de Él.

Hija de don Juan de la Cruz Montoya y doña Dolores Upegui. Su padre murió asesinado. Le correspondió vivir una difícil niñez y juventud. Tras muchos esfuerzos llega a ser una erudita en su tiempo.

En 1893 se graduó como maestra. Profesora y pedagoga notoria, se dedicó a formar juventudes dentro de la fe cristiana y católica. A la edad de 30 años, siendo subdirectora de un colegio de niñas de familias de ingresos altos en Medellín, decidió trasladarse a Dabeiba (Antioquia) para trabajar con los indígenas Embera Chamí y desde entonces dedicó el resto de su vida al apostolado y las misiones.

Nuestra santa colombiana practicó igualmente la literatura, escribiendo muy castizamente con un estilo comprensible y atractivo. Cultivó también, mientras desarrollaba su carrera pedagógica, la mística profunda y la oración contemplativa.

La madre Laura era de esas “paisas echadas pa`lante” Asistida por monseñor Maximiliano Crespo, obispo de Santa Fe de Antioquia, fundó en 1914 en Dabeiba, una comunidad religiosa llamada Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena.

Con esta fundación, la Madre Laura, quizá sin comprenderlo ella misma, rompió muchos moldes y paradigmas en boga que eran probadamente insuficientes para llevar a cabo su ideal misionero; sólo rompiendo los convencionalismos, lograron abrir un espacio a la mujer, permitiéndole realizar tareas que hasta entonces estaban reservadas a los hombres.

Las Misioneras de la Madre Laura, como se conoce popularmente a la congregación que fundó, se encuentran hoy trabajando en por lo menos diecinueve países. También fundo el Colegio Madre Laura en Medellín, Antioquía.

Abierto en 1963 el proceso para beatificarla, en Medellín, el Tribunal Eclesiástico Católico comenzó a examinar a fondo virtudes y posibles milagros realizados por la Madre Laura. En el año 2006 este proceso, que duró cuarenta años, culminó.

En Roma, SS. Juan Pablo II promulgó el decreto de beatificación de la Madre Laura el 25 de abril de 2004. Hoy, como un homenaje a la tierra antioqueña, a la mujer paisa, a las comunidades de religiosas consagradas y a nuestro país es la segunda beata antioqueña después del beato Padre Marianito. Pero, la primera santa que termina su proceso de canonización y en llegar a los altares para honor y gloria del señor y orgullo de los colombianos.

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