jueves, 20 de diciembre de 2012



APOCALIPSIS, NO


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

“El primer día el mar se elevará hasta cuarenta codos por encima de las montañas y se quedará inmóvil como un muro;
el segundo día descenderá tan bajo que apenas quedará de él rastro visible;
el tercer día los monstruos marinos aparecerán sobre las olas y lanzarán rugidos que se elevarán hasta el cielo;
el cuarto día el agua del mar quemará;
el quinto día los árboles y todos los demás vegetales segregarán un rocío sangriento;
el sexto día los edificios se derrumbarán;
el séptimo día las piedras se romperán en cuatro partes que chocarán entre sí;
el octavo día habrá un temblor de tierra universal que sepultará hombres y animales;
el noveno día la tierra se nivelará, quedando reducidas a polvo montañas y colinas;
el décimo día los hombres saldrán de las cavernas y errarán como insensatos, sin poder hablarse;
el undécimo día los huesos de los muertos saldrán de sus tumbas;
el duodécimo día caerán las estrellas;
el decimotercer día morirán todos los seres vivos para resucitar enseguida con los muertos;
el decimocuarto día el cielo y la tierra arderán;
el decimoquinto día habrá un nuevo cielo y una nueva tierra y todos resucitarán.”(¿?)
Los 15 signos de san Jerónimo

Hablar de los últimos días, de desastres, siempre ha sido una constante enfermiza. Algún seudo profeta entre los rusos, judíos o colombianos aparece un día en la plaza pública y hace corrillo como un culebrero antioqueño y empieza a predecir sobre lo que ocurrirá.

Hacia 1947, vivía yo en un corregimiento en ese entonces de Pacho, Cundinamarca, que después se convirtió en el municipio de Villagómez. Un día llegó el santo Siglo que leía con devoción mi padre, y apareció la noticia a ocho columnas: “Se va a acabar el mundo”.

Desde que la tierra aprendió a hablar empezó la fábula, la poesía y todo puede ser ficción. Y la biblia no es la excepción. Juan, desde Patmos, solo y pensativo un día echó a volar su imaginación y vio ángeles negros, bestias antropomórficas y empezó a dar pábulo a textos con código, signos, visiones, fuegos, oscuridades, terremotos, tsunamis, sequías, ojos desorbitados y castigos para los escépticos, tontos y descreídos.

La historia del ser humano sobre la tierra la han descrito ciegos, santos padres, santones, con inscripciones sobre piedras eremitas y hasta locos e inventores como Da Vinci desde sus alucinaciones. Directores de películas han llevado al cine hecatombes que causan espanto y locutores en la radio alimentan estos gustos morbosos.

Personas, predicadores de oficio, familias creyentes de esos mitos y fabuladores con fama han lanzado para mañana la especie de que ahora sí este mundo de confort, farándula y circo se va a acabar. Y que habrá después (¿?) tres días de oscuridad. ¿No será antes, para que alguien lo pueda contar?

Siguen existiendo gentes muy crédulas o predicadores que hagan confesar sus pecados, que han vendido sus enseres y se alistan amortajados para las 24:00 de hoy. Creen a pie juntillas que mañana sus ojos no verán más. Y que el juicio final llegará después de los tres días cuando alguien diga otra vez, fiat lux. Qué barbaridad. Cómo hay gente tan ingenua que todavía crea así. No creen en el efecto invernadero, ni en que los ríos se pueden secar y el mar se puede calentar, pero sí esperan con reloj en mano que delante de ellos el mundo se desplome de un soplo.

Podría haber en la constitución un artículo que estableciera penas para un despropósito que no me atrevo a llamar delito por intento de pánico mundial. Ni el 666 ni siete veces 7, son el número fatal. Ni hay otro mesías ni otro personaje “elegido”. Esto no es un reality más.

“Amanecerá y veremos”, dijo el ciego y amaneció y no vio. Es el adagio muy popular que puede aplicarse aquí. Amanecerá, el tiempo seguirá su marcha, la selección estrenará su 5° puesto en el escalafón de la Fifa, los negociadores seguirán pactando la paz con oposición de Fedegán y la comisión se reunirá otra vez para dar el mazazo final sin leer la reforma que servirá para rebajar 200 pesitos a quien todavía tiene estufa de petróleo y kerosene. La gran conquista de nuestro osado Congreso loco-mbiano para quien lo eligió. Eso sí lo veremos mañana y será como el fin del mundo. Nadie lo podrá creer. Se les paga toda una mesada extraordinaria para que nos salgan con este regalo de navidad.

20-12-12                   4:20 p.m.

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