DICIEMBRE EN BOGOTÁ
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano
"Y nunca fue diciembre tan diciembre,
ni el cielo sobre el mundo fue tan cielo".
E. Carranza
Es un decir. Hemos subido a esta bella ciudad unos pocos días que se cuentan con una mano. Y nos tocaron vivir unos días espléndidos. Sol, tarde gris, cielo con centenares de nubes que revolotean y el frío que no azota sino que impulsa al músculo para que salga a pasear.
Con tanta mala sangre que ha brotado contra Petro desde el micrófono y desde los escritorios, yo bajé del avión convencido que encontraría una ciudad caótica, llena de huecos, llena de basuras y con gente con pancartas pidiéndole que se vaya. Pero no. Claro que al tocar tierra el airbus320 debimos esperar media hora para llegar con cinturón amarrado al puente aéreo. No pudimos conocer las linduras que nos han dicho del nuevo aeropuerto. Solo nos tocaron los inconvenientes de logística y parqueo que la Aerocivil no ha podido solucionar. Más tiempo duró el carreteo que el vuelo en crucero desde Cali.
Ya tengo cinco nietos en el Distrito Capital que me arrastran la sangre hasta este veraneadero a media hora de Cali y he aprovechado una reserva que hice con bastante anticipación para respirar otros aires y olores y oír otros acentos. Ya hacía casi un año que no probaba la mazamorra chiquita por los lados de Galerías y que no pernoctaba en el cuarto familiar que me cede mi hermana Blanca en Salitre junto al Terminal.
Una primera salida tenía que ser ir a acompañar a mi novia y sus sobrinas a Corferias a vitrinear por entre los pabellones para admirar las artesanías de las diferentes regiones de nuestro país y del exterior. Guapi, Cajicá, Guajira, Chocó, Guainía, Vaupés, India, Guatemala. Corferias es una vitrina espectacular. Mucha gente caminando, charlando y comprando. Gente atenta, productos bien terminados, variedad de piezas con diseños novedosos. No es una feria común y silvestre. Vale la pena darle un chance al ojo para ver artículos nuevos y confecciones únicas, como las prendas femeninas de Margarita Yepes del Taller Croquis de Cali.
Por la noche tuvimos una tenida de atenciones y exquisiteces en la residencia del primo de mi novia con todos los Jiménez, esposas y sus retoños. Vino, pavo, canapés, buñuelos, empanadas, wiskicito y ron nos entretuvieron y al final Martina repartió los regalos. Me sentí como otras navidades muy mimado.
Una salida con mis nietos en Salitre-Plaza es una inyección de vida. El supermercado es un hervidero de gente muy confortable con almacenes para todos los gustos y necesidades. Hasta hay barcos de piratas y cohetes para viajar en unos cortos minutos. Mi hijo se ha especializado en sacar del laberintico de muñecos cada vez que va un oso o un elefante en solo dos intentos para darle gusto a Ariadna.
Ayer la tarde fue bastante movida. Montamos en Transmilenio. Toda una feliz sensación. No sé cuál es la tirria con este tipo de transporte. Los vagones iban repletos como en Cali o Medellín el metro. Oí en varias ocasiones que algunos lo llaman despectivamente Transmilleno. ¿Qué desearían? ¿Qué estuviera vacío?
Hoy martes 18 Bogotá amanece despierta con 18° de temperatura media y sin que la profecía maya se haya cumplido. Ni se ha cundido la ciudad de basuras como Caracol lo anunciaba. Obvio que como en México D.C., Nueva York o Cali, en algunos andenes y rincones ocurre lo mismo. Las noticias dirán que Bogotá en un caos, que no sirve el Alcalde, que es feo venir a verla. Pero yo me siento bogotano sin serlo y me siento a gusto en la ventana a mirar el sol y el cielo con setenta nubes y las calles riendo.
18-12-12 10:01 a.m.
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