MYDONNA, ÁNGEL BLANCO Y NEGRO
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano
Mientras Locombia y Nicaragua se van quitando una a una sus plumas y espumas en el mar Caribe, ha llegado al Estadio Atanasio Girardot una loba blanca que baila, mueve los ojos con pestañas largas y redondea sus labios para lanzar aullidos de Celebration in the night.
Millares de fans, de barras fieles con luces y fuego en los faros y reflectores iluminaban su paso felino. Y sus espectaculares movimientos de provocación. Más de un año duró la espera y los tuits, las fotos, las noticias hacían más efervescente su llegada al imponente tablado traído en cinco aviones. 1300 artistas, entre armadores, luminotécnicos, danzantes, banda de instrumentos y voces venían haciéndole antesala.
Hasta que llegó la diva que nació hace casi cuatro décadas lejos de la mano de Fortuna. Su testarudez, el fuego que lleva adentro, el talento y el genio que llevaba adentro fueron saliendo de ese cuerpo que se fue descubriendo como un velo de una exposición de arte.
Madonna no salió de una cuna privilegiada, ni es hija de un banquero o un político con pensión jugosa. Es una mujer que ha ido rompiendo tropiezos, que se ha abierto camino con inteligencia e independencia. Ha tomado para su habitación en la bella Villa el Hotel Intercontinental por completo. No ha invitado al jefe del estado, ni a socios de Interbolsa, ni a los Nule, ni a ministros ni a fans ni le ha rendido pleitesía al rey Midas. Ha cobrado lo justo, lo que ella cree que vale una presentación de lo que trae por dentro su cuerpo y su lo que ha aprendido en giras y escenarios exigentes.
Madonna ha creado en torno a sí un halo, un aura, una distancia que la hace diferente a otras divas. No es igual a Marilyn Monroe ni a Anais Nin ni es un ícono igual a Lady Gaga ni tiene patentada su marca. Nadie la imita porque no puede. No ha guardado en su amplio guardarropa ni en una caja fuerte con clave sus secretos. Ni anda con su empresario gordo del brazo. Ella es ella y es suficiente sola.
Llegó a Medellín y no tuvo necesidad de que alguien la presentara. Se adueñó de la ciudad desde antes que bajara del avión y que pisara el suelo. Los miles que pagaron su entrada y los viajeros del metro o de teleférico y los paisas todos la proclamaron, igual que a Michael Jackson, reina del Pop.
No se ha dejado manosear ni acosar de los reporteros que han tenido que acudir a reseñas de cajón, tomadas de giras anteriores o datos de youtube en internet. Ha llegado exuberante a Medellín que la verá en el cenit de su larga carrera. Su cara brillante, sus cejas doradas, su cetro de reina en la mano, más de dos centenares de vestidos y un envidiable repertorio de canciones que le han dado la vuelta al mundo.
MDN, MDNA, Madonna, Mydonna, Miadonna, Madonna, como la Laura de Petrarca hoy hace levantar la cabeza y detener la mirada sobre su figura fulgurante. Ella nos dejará en los oídos y en la retina el boom de su orquesta y los movimientos de pantera y mujer en que desgarra corazones y gargantas con su canto.
Con mi novia subiremos a la capital de la montaña el día de mañana. Veremos las enseñanzas y el ejemplo que queda para el país de esta mujer que ha bajado del Olimpo con sus piernas blancas a mostrar como Afrodita o Calíope cómo el Arte produce rayos, mares de luz, truenos en el aire y armonías de vientos y trompetas.
29-11-12 11:04 a.m.
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