lunes, 7 de enero de 2013

Los políticos no tienen la culpa


Por Alfonso J. Luna Geller

Comenzando el año, cuando el DANE nos recordó los resultados de la gestión de nuestros gobernantes mostrando los índices de pobreza extrema que han logrado para el Cauca, dije “con tristeza e indignación, que la sociedad caucana sigue siendo víctima de la incapacidad histórica de sus dirigentes y mandatarios y de una burocracia absolutamente inoperante que se fortalece en medio de la miseria de su pueblo”. Luis Alberto, nuestro editor, dijo enseguida que dirigentes y mandatarios son apenas parte del problema, que responsables “somos todos, sin excepción, los que habitamos estas tierras caucanas” y que “de acuerdo con recientes estudios, la mejor salida para el Cauca y poder combatir el problema de la pobreza y los conflictos que genera, es enfrentarla mediante la alianza entre el Estado, la sociedad civil y el sector privado”.

Sin entender a qué clase de alianza podría referirse Barrera, y a pesar de la contrariedad inicial que sentí al leerlo, porque nos metió a todos en el mismo costal de la corrupción y la mediocridad tradicional del liderazgo caucano, pronto le concedí parte de la razón, aunque sigo creyendo que la clase política y dirigente es culpable forzosa. Es Estado y es gobierno, una temporada ejerce en el legislativo, otra en el ejecutivo y se pasea cuando puede o quiere por el judicial, lo hace en cuerpo propio o ajeno, es la que diseña y aplica políticas de manera excluyente y tiene la fuerza para hacerlas cumplir; dicta normas a su amaño y se auto-controla, determina impuestos, fija precios, hace presupuestos, aprueba planes de desarrollo, conpes, contratos-planes, y todo ese mundo de cosas que la sociedad civil ni entiende, para disponer de los recursos del pueblo, que pueden hacerlo próspero o sumirlo en la pobreza extrema. Y casi todos saben qué se ha hecho, y se hace, con la mayor parte de los dineros públicos: lo confirma el DANE regularmente. Aunque somos víctimas de los mandatarios, también somos responsables de nuestra pobreza, como dice Luis Alberto, pero creo que no es por falta de alianzas sino por aquello que recitaban los abuelos: ‘chupen, por bobos’.

Yo entiendo que “una alianza entre el Estado, la sociedad civil y el sector privado” es la que se proyecta cada vez que hay elecciones; es una oportunidad pero se desperdicia; las ‘grandes mayorías’ (según el DANE la pobreza en el Cauca abarca al 62% de los habitantes) siempre eligen a los que ya conocemos, a los que tienen el poder de hacerse elegir aprovechándose de esa condición popular; entonces, la ‘alianza’ se concreta con un tamal, una teja de zinc, unos cuantos billetes, un cuento, una promesa, o cualquier cosa que a cambio de ‘feliz’ instante, garantice la miseria cuasi-eterna del elector, para bien del elegido. Es el permiso legal que otorgan aquellas mayorías. Y sus dueños las necesitan así, sumisas y subyugadas, pues constituyen su patrimonio electoral que puede dejarse como legado familiar o negociarse cuando sea necesario. Así es nuestro Cauca, nuestra cruel realidad y ahí tiene razón Luis Alberto: esas mayorías también son responsables de que las cosas sigan igual y peores, después de cada elección.

Y más cruel, todavía, como lo dije en aquel escrito, “no hay indicios de que estas perversas realidades vayan a cambiar en el inmediato futuro, superar estas circunstancias requeriría la reeducación cívica de una sociedad anestesiada”; para muestra, un botón: cuando los más estudiados se refieren al mandatario, lo escriben con mayúsculas, demostrando un sometimiento y una pleitesía provocadora hacia quien recibe el mandato; sin entender que el mandatario no es el que manda sino el que debe hacer el “mandado” que le impuso su mandante, el pueblo, y en estas paradojas y muchas otras confusiones lingüísticas y conceptuales andan nuestras vidas, de ahí que tengamos que concluir que en realidad, los políticos no tienen toda la culpa, sino que se aprovechan…

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