lunes, 7 de enero de 2013

Carta de lontananza en las Fiestas de Pubenza


Por Jorge Arboleda

Piggisilla, me imagino que estarás alistando las ollas para el agua de Reyes... ¡que machera! no sabes la envidia que me da... es más, me duele en lo más profundo de mi corazón y como en cualquier telenovela venezolana, lloro, lloro con pasión, sólo de saber que me perderé de las maravillosas Fiestas de Pubenza...

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Agghhhhh (con agonía) me imagino y me sueño a mí mismo llenando las ollas con agua, persiguiendo a la gente y arrojándola contra los andenes, al tiempo que los sostengo con mi pie izquierdo puesto directamente en la nuca para que así, víctimas de mi macabra treta e inmóviles, sientan la sevicia con la que les arrojo el baldado de agua encima. Me entristece no poder compartir contigo la sofisticación de salir a la calle pintado de negrito. Vestido con camiseta esqueleto con letrero del Partido Verde y los tenis viejos y amarillentos.

Casi me suicido al darme cuenta que no veré a las reinas de las fiestas. El desfile de carrozas, la cabalgata “bastantica y narcorevolucionaria”, la música, la pólvora, la Junta de Fiestas que nos invita y todas las demás delicias de tan magnánimo aquelarre.

Me angustio y no duermo tranquilo en la soledad de este país imperialista, compañera (cómplice o indiferente, da igual), en el que la belleza de embetunarse la cara con los colores de la bandera de nuestra amada patria no existe.

Creo que es motivo de ira fundamentalista el no poder salir con amigos y compañeros orgullosos colombianos todos a disfrutar de nuestra cultura y folclor. A saborear las delicias de nuestro “paraíso gastronómico, patrimonio intangible de la humanidad”. De no atarugarme de rellena, chunchullo y el frito de “Chuleta-e’- pobre”... o las empanaditas de La Fresa... aquellas donde otrora el compañero José enamorara a la hija de la dueña del negocio a son de sacarle empanadas gratis... La tristeza me embarga de no poder ver una vez más la negra Shirley recogiendo del suelo el pedacito de empanada de los pisos ajedrezados de tan elegante comedero (“esa morena que a mí me mata cuando... se agacha”) más ahora que el magnánimo profesor Higuera, experto gastrónomo, filio de las verdes ramas de las tierras del Quindío, y nuevo cocinador (no de huevos fritos como el compañero José Muñoz) del tripazo y el ternero, acaba de declarar el sitio como el secreto mejor escondido en el tercer mundo de la culinaria.

Ay, Piggy, la tristeza me embarga de no saber que por más que lo intente no podré llegar a nuestro pipianesco carnaval. He llamado a mil aerolíneas y todas dicen que no aterrizan en Machángara, y que menos conocen el tal aeropuerto Guillermo León Valencia. Todas dicen que no hay tiquetes para allá, que están copados los vuelos a Colombia ya que el mundo es hoy un cielo inmenso y congestionado porque ese país “Es Pasión...”

Piggy, como sé que te burlarás de este pobre abandonado, al menos ten condescendencia de este tu antiguo compañero de luchas revolucionarias quien hoy yace triste en este pobre y frío país del norte llorando ad-mocus-infinitum por no poder disfrutar de nuestro festín criollo en el que todo es “alegría, jolgorio y admiración”. Te imaginas la tristeza de este, tu pobre amigo, quien no pudo gozar del “marranito que había comparado desde diciembre para engordar" y quien por culpa de la modernidad no puede saborear los triunfos, deleites, chirimías y diablitos de estas carnestolendas que solo Dios pudo crear.

Piggy en medio de esta tristeza horrible te deja tu eterno compañero del movimiento revolucionario Héroes del Gordo Churrea, mientras nuestra bandera guerrera aun ondea altiva y triunfante sobre la estatua ecuestre del mancebo Belalcázar, colonizador y asesino impotente de nuestra indianidad. Pero no te preocupes que allí en donde aquella bandera ondea es donde un día el triunfo de nuestra revolución narcogastronómica y folclórica se sentirá con más fuerza. Allí un día todos nos fundiremos en un abrazo de igualdad solemne fundado sobre los brazos (por cierto muy gorditos todos) de nuestro comandante Churrea y de los subcomandantes el Chino, el Turuleto, Elfumar del Cristo Godínez y demás héroes de la recocha revolucionaria. Allí marcharemos un día triunfantes, tú, Adriana Maritza, Liliana, Pulichón y yo, mientras las masas extenderán sus manos para que les bendigamos en la inauguración una nueva etapa de las Fiestas de la Pubenza Segura y Democrática (¡pobre pero honrada, limpia y muy aseada!). Chao

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