Rodrigo Valencia Q – Rubén Lemos M (*)
Especial para Proclama del Cauca
Copia del cuadro de El Greco, por Rodrigo Valencia Q
Rodrigo: — ¿Ves este cuadro? Se trata de la copia que hice de la pintura de El Greco, EL CABALLERO CON LA MANO EN EL PECHO.
Rubén: —Siento que algo anda mal allí, porque recuerdo haber visto el original en el museo. A primera vista uno diría que se ve más joven. Quizá, en el original, los colores eran así de frescos; pero al someter a gran aumento la imagen original, obviamente se nota que éstos se han oscurecido y agrietado por el tiempo, tal vez por las iluminaciones con vela que se usaban antes. Sin embargo, esa no es la causa de la "juventud" adquirida en tu cuadro por este caballero, sino porque en el original él tiene ptosis o caída del párpado del ojo izquierdo, lo cual se puede dar con la edad, con una parálisis muscular, trauma, etc., que, creo, no has copiado exactamente. Yo, como oftalmólogo diría que su ptosis no se debía a un trauma, aunque es unilateral, sino a invaginación del párpado superior, debido al aflojamiento senil o pérdida de las fibras musculares que lo levantan; la prueba es la sombra semicircular que se ve en el original entre la ceja y el párpado, si sometes la pintura a amplificación; esta área se vería clara y más prominente, no hundida, si esto fuera traumático, a menos que el ojo en sí estuviera sumido. Si uno cubre la parte izquierda de la cara, la derecha se ve más joven, con un parpado bien abierto; si uno cubre la derecha, la cara tiene mas edad; los colores podrían disimular esto en parte, pero "los ojos son el espejo del alma". No sé si El Greco pintó a este caballero tal y cual lo vio, o si quiso jugar con el espacio-tiempo a lo García Márquez, para agraciarse con él, y pintarlo mitad joven y mitad más maduro.
Rodrigo: —Muy cierto, en mi pintura el hombre ha quedado mucho más joven; pero debo decirte que aunque tu incisivo análisis como oftalmólogo es bien interesante y digno de tenerse en cuenta, no creo que el personaje que pintó El Greco haya sufrido de ptosis, como bien se pudiera creer según tus argumentos, sino que, al parecer, el pintor ya estaba comenzando a desfigurar las anatomías, en este caso no en forma tan atrevida como lo hizo después. Los defectos y asimetrías de la figura, un lado de la nariz más arriba que el otro, un ojo más triangulado que el otro, que está más caído, disparidad entre los hombros, un lado del cuerpo mucho más grande que el otro, en fin, son detalles que, según opino, a él simplemente le quedaron así, "al descuido", como digo yo; porque, como tú sabes, y has podido ver muchos de los cuadros subsiguientes de el Greco, este genial artista, no sé cómo se atrevió a tanto en la deformación voluntaria de sus figuras, algo verdaderamente insólito en su época. Hay que recordar que debido a ello, entre otras cosas, este genio, el primer gran pintor moderno de la historia para mí, fue llevado también ante los tribunales de la inquisición, porque los curas y demás ígnaros ingenuos no podían resistir que alguien se atreviera a pintar a Cristo, la virgen, los santos y los ángeles con semejantes deformaciones en sus "divinos" cuerpos. Pero el arte siempre se adelanta a su época, el artista es una especie de "tocado" por circunstancias y extrañamientos que la razón común nunca podrá entender; y así, alguien fuera de toda serie y contexto como El Greco, sólo podrá ser entendido tomando como regla la total libertad del arte.
Rubén: —Sí; recuerdo también ese descendimiento de la cruz, con un Cristo y demás figuras alargadas, inclinadas, oscuras, como de un color azulado. La primera vez que lo vi no sabía si en ese período de su vida tenia astigmatismo o cataratas, o si era que planeaba colocar los cuadros en un sitio alto en una iglesia y desde lejos se verían normales… Realmente fue un modernista para su época.
Rodrigo: —Sería interesante indagar en la psicología de este pintor alucinado; en por qué se empeñó en desfigurar la realidad de la manera como lo hizo; hasta los cielos de sus pinturas, que son totalmente fantásticos, surrealistas, irreales, fantasmagóricos, con sus extrañas nubes, que más bien parecen rotos que cielos de los que vemos con nuestros ojos normales. Yo creo que El Greco estaba asediado, impulsado, digámoslo así, por un afán interno de libertad, o quizás se había cansado de tanta normatividad académica imperante en la época. Nosotros, 500 años después, aún no lo podemos comprender. Todo verdadero arte implica, muchas veces, una rotura libertaria en la manera de ver, pensar e interpretar la realidad, y el futuro nos obliga a aceptar su reto inquietante, paradojal, alucinante.
(*) Rubén Lemos Molina es médico oftalmólogo colombiano; desde hace años vive y trabaja como residente en Houston , Texas.
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