Por: Luís Barrera
Un tema que se convirtió de
obligado tratamiento oficial y discusión en el común de las gentes es sin lugar
a dudas el de la inseguridad ciudadana que puede en cualquier momento afectar a
todos por igual.
Continúan las aireadas e
indignadas protestas en el Cauca de los habitantes en poblaciones como Popayán,
Santander de Quilichao, El Bordo y Puerto Tejada, para sólo mencionar las
cuatros mayores concentraciones urbanas en los municipios más afectados por la
creciente ola de inseguridad.
Este es un tema muy complejo e
interdisciplinario, pero que ya hace rato mantiene en vilo a nuestros
ciudadanos de a pie y tiene seriamente preocupadas a nuestras comunidades. La
primera reacción frente al fenómeno de la inseguridad es que la gran mayoría,
incluyendo a las autoridades de turno tienden sólo a evadir y enrostrar
responsabilidades a la policía y los organismos de control del orden público, y
en buena cuenta en éstas se concentra una parte de la responsabilidad, pero no
podemos aceptar con argumentos poco técnicos y sólo producto del facilismo de
cargar toda la culpa a estas instituciones.
La inseguridad ciudadana afecta a
toda la región caucana y hasta el momento tanto los índices de delincuencia, como
la violencia registrada no han dejado de incrementarse. Aunque es obligado
señalar las importantes diferencias sociales, económicas y políticas existentes
en el departamento, lo cierto es que este es un problema de tendencia
generalizada y en todas partes “se cuecen habas”.
En cualquier caso además de su
explicación no puede dejar de examinarse su solución, ya que la alternativa
proporcionada hasta el momento podría tener efectos contraproducentes. La
mayoría de los gobiernos locales caucanos se encuentran desbordados por el
problema e incapaces de cuanto menos controlarlo, pese a que han realizado
importantes esfuerzos por aplicar medidas de seguridad y represión para
ponerles freno.
Pese a los refuerzos del pie de
fuerza de la policía en casi todas las poblaciones lo cierto es que continúa la
percepción de inseguridad y desgraciadamente los más recientes índices delictivos
corroboran los temores, el miedo y la inestabilidad emocional en los ciudadanos a ser víctimas.
Con ello no se pretende negar la necesidad
de aplicar medidas de carácter represivo, como parte de la solución, cuando
además en el fondo se cuenta con el respaldo ciudadano, sin embargo en la
medida en que no se apliquen políticas a más largo plazo, concentradas en
fortalecer las estructuras estatales y los diferentes problemas que afectan a
estas sociedades únicamente se alimentará una dinámica que sólo empeora el
problema al que se pretende dar solución, como es el caso del accionar de las
pandillas juveniles en Puerto Tejada.
Los asesinatos, robos, atracos,
extorsiones o violaciones han dejado de ser hace tiempo en el Cauca parte de la
sección de sucesos de los medios de comunicación para convertirse en un tema
central de análisis, en un motivo de principal preocupación para toda la ciudadanía
y un punto prioritario e ineludible en la agenda de cualquier gobierno.
El combatir la delincuencia y
mejorar los niveles de seguridad en nuestras ciudades, la responsabilidad no
sólo es de la Policía, y ni siquiera de los impávidos gobernantes. Se requiere
la solidaridad de la comunidad y los ciudadanos denunciando, y no
“alcahueteando” como sucede con muchos padres de familias y vecinos, en algunos
sectores urbanos de Puerto Tejada.
De tal modo, que la prevención es
un elemento absolutamente indispensable; los avances y los retrocesos obedecen
a la mezcla de múltiples causas, su abandono conlleva un altísimo costo humano
y económico. Ni la educación, ni la salud, ni la recreación, ni la seguridad
constituyen condiciones imperturbables, y además requieren, del desarrollo, la
capacidad primero de pensar, de sustraerse de la realidad para un análisis
crítico, serio y responsable, que permita planificar a mediano y a largo plazo,
porque las gentes está esperando más que resultados, es a salir a las calles
con la misma tranquilidad que cuando se iba a misa o a mercar.
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