SIN PAZ TOTAL, NO PODRÁ HABER PROSPERIDAD
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Locombiano
La paz, entendida como un estado
de tranquilidad de la sociedad que permite ejercer la vida sin temor a perderla,
ni los bienes, ni a estar amenazado en su trabajo, en su locomoción y libre
tránsito por calles, vías públicas, campos y veredas, es del todo necesaria
para que se diga que estamos en un Estado de Derecho. Para decir que somos un
país en que el ciudadano puede vivir con las seguridades mínimas de lo que se
denomina civilización.
Puede haber en la Constitución,
en las leyes muchas palabras que consagran derechos e Instituciones como la existencia
de los tres poderes fundamentales. Que haya un gobierno que tiene sus ministros
y sus agencias y superintendencias. Que haya un tinglado de bancos, comercio,
industria y que vengan a unas firmas multinacionales a posar sus maquinarias y
sus uñas en nuestro suelo con el mote de inversionistas. Eso no basta para que
haya prosperidad.
Puede que se diga que hay salud
porque existen EPS, Sisbén, orden de que se extienda la cobertura y el Dane
certifique que solo un 10 por ciento de la población no goza del servicio.
Puede ser que se diga que 100 kilómetros de carreteras se construirán en tan
solo un año cuando antes su duración se alargaba a 20 años. Puede ser que se
diga que el TLC con EE. UU., Corea y México y Perú y la Unión Europea están
llenando de empleos a Colombia y que el campesino no se ha perjudicado. Puede
que se diga que la Justicia tiene ahora un presupuesto y unos equipos que
garantizan que la delincuencia bajará y que los delitos tendrán su digna pena.
Se oye decir que el desempleo
está a un punto del ideal y que el salario mínimo es suficiente para que el
colombiano viva contento. Se oye decir que las ganancias de los bancos se han
aumentado hoy más que ayer y que Colombia está blindada como ninguna otra
nación del mundo.
¿Decir todo eso será igual a la
realidad? Será posible aumentar el párrafo anterior con todos los anuncios que
se oyen de vivienda, de más empleo, de que los ministros están trabajando todo
lo que pueden, que las tierras están en manos de sus dueños, que las minas están
dando inmensas regalías y elevando el PIB, que las víctimas recibirán reparación
y volverán a sus predios usurpados… que no hay como Colombia, que es el mejor
vividero del mundo.
Pero con todo y eso tan bueno y
tan falso, no hay paz. Aquella será la opinión del Gobierno y lo que aparece en
los periódicos y en las noticias del exterior. Pero es como dice la canción: No
se vive y no se siente. Y eso que no hemos hablado de guerrilla, corrupción y
paramilitarismo y narcotráfico, en la producción, venta y consumo. Que no hemos
hablado de los carruseles, las concesiones engañosas, de las licencias
ambientales y mineras.
Sí. Esperamos una tregua, un armisticio,
desmovilizaciones, entrega de armas. Ya sabemos lo que es eso. Y hay esperanza
de que haya diálogo con el ELN, con las FARC, con las Bacrim, con los paras
camuflados, con los Alcaldes, con los gobernadores, con los congresistas, con
los concejales y diputados. Todos debemos dialogar para que no haya guerra
entre hermanos, robo del erario, ventajas para los extranjeros y cortapisas
para los nacionales. La paz es un todo un propósito nacional. No se puede
fragmentar ni pregonar dichosos que porque entreguen las armas las Farc llegará
la Prosperidad y se acabará la desigualdad.
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