jueves, 30 de agosto de 2012

DAMA DE DA VINCI


Rodrigo Valencia Q
Especial para Proclama del Cauca

Imagen tomada de internet

Preciosa, prodigiosa pintura, dama retratada por Leonardo de Vinci. Si no recuerdo mal, han discutido los entendidos acerca de su verdadera autoría. Para mí, verdaderamente un Leonardo. El color se compenetra con cierta profundidad atmosférica palpable; ella nos mira con decisión; y esa joya en la frente me recuerda inteligencia. Tal vez se trata de un retrato de Lucrezia Crivelli, dicen, amante de Ludovico El Moro. No deja de ejercer una fascinación esa mirada; invita a una minuciosa contemplación atemporal; tiene el fervor que las mujeres dejan en uno, cuando la adoración por lo bello ha cimentado un templo en el corazón, que crece o se justifica con los años, si la madurez permite volver a la inocencia, cuando se quiere poseer toda la verdad, acariciar tanto la sencillez como la profundidad, la certeza y el sabor intrínseco de las cosas.

Claroscuro perfecto, grato espejo de probabilidades definitorias de la luz. De edad que no importa, ella es joven, con la madurez del sol; su semblante no deja dudas: es hermoso sin extravagancias, con la naturalidad redonda de natura, espejo de delicada brillantez. La luz se regocija en ella, ha palpado ese cuerpo y rostro de intensa y pura sensualidad, ha coloreado esa piel que parece respirar. Acompasado ritmo, tranquilo tono, albor fresco. Nadie vendrá si ella no invita con esos ojos eternos, que parecen decir: “Tus ojos morirán, los míos no”. Situación de privilegio que nadie alcanza si no es por mediación del genio, ese espíritu capaz de ver más allá del hoy, del ayer, del mañana.

¿Qué piensas, qué meditas, “belle ferroniere”, asomada desde esa oscuridad? No distingo entre pinceladas y realidad; tu imagen impone una grandeza superior a todo plan. El vigor de tu presencia no necesita más razones; has superado todo especular; la persistencia de tu magia deslumbra, tus vestidos exquisitos nos dan la semblanza de la dignidad, tu historia es la entidad perfecta que nació con tu retrato. Allí, en esa ventana o lo que sea, quedó tu marca con la filigrana del ser y la belleza.

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