viernes, 31 de agosto de 2012

LOS JUEGOS PARALÍMPICOS, UN EJEMPLO



LOS JUEGOS PARALÍMPICOS, UN EJEMPLO



Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Locombiano

Se acaban de inaugurar en Londres los Juegos Paralímpicos en su edición XIV. Más de 4000 deportistas de 166 países han acudido a la cita de una competencia que para ellos significa más que un reto y que para quienes nos consideramos normales son un ejemplo.

En nuestras sociedades la costumbre nos encerró en las apariencias de las formas iguales, de la belleza prefigurada de unos cuerpos adiestrados y los movimientos erguidos que le copiamos a nuestros homínidos. Usaín Bolt con su largo y rápido tranco, nuestras Catherine Ibargüen con su arranque y salto de gata sobre la arena y la bicicrocista Mariana Pajón con su pedaleo furioso se convirtieron en paradigmas que vieron nuestros ojos.

Mas hay otra realidad. En la cultura que se nos infundió desde la práctica familiar y escolar veladamente se nos dijo que nacer con diferencias o con impedimentos físicos era, por lo menos, una cosa que había que mantener oculta. Que perder por accidente un brazo o una pierna, o un ojo de la cara o la mano con que se escribe, era un suceso que dejaba alejado de la actividad laboral, artística o deportiva, a quien lo tenía de nacimiento o por otra causa.

Muchos desde el momento de nacer, heridos por armas o minas antipersonas o por lesiones de caídas o accidentes de trabajo fueron aislados por su familia, por los vecinos y por la sociedad y apartados de toda posibilidad de aprovechar sus energías y habilidades. Fueron tratados como incapaces de producir, de trabajar, de adiestrar los miembros o sentidos que tenían en plenitud. No recibieron tratamiento sicológico y físico para superar la falta de oído, de la vista, y fueron encerrados en su casa y avergonzados ante los demás o utilizados para solicitar limosna.

Al lado de los Juegos Olímpicos que ya pasó de su versión 30 nos mostraron la fuerza de quienes están en la plenitud de sus fuerzas físicas y el uso de su cuerpo completo. Vimos actuar a los atletas que utilizaron los pies, las piernas, los brazos, las manos, los músculos, los ojos, los oídos, su atención, su capacidad de calibrar su paso y la velocidad de sus movimientos para ganarle a los contrarios o levantar las pesas o lanzar la jabalina o el disco o traspasar la vara en el salto alto.

Quienes hoy compiten en estas justas paralímpicas, que también tienen medidas rigurosas y alta exigencia, han tenido que preparar su mente, su fantasía y su cuerpo, aún con prótesis y vencer sus miedos ante una deficiencia que se consideraba que anulaba toda posibilidad de triunfo. Con ayuda psicológica, con entrenamiento, disciplina y la confianza que dan los sucesivos éxitos del día a día han salido a los escenarios con optimismo y con la seguridad que sus ilusiones no se quedaran ancladas en sus limitaciones. Atrás quedaron las vanas compasiones e improductivos lamentos.

Nos alegramos con estos atletas que con anticipación a sus triunfos ya han ganado la corona de la superación. Allá estuvo en la ceremonia de la Iluminación el genio atrevido y vivo de Stephen Hawking, para confirmar con su presencia que el ser humano solo tiene la limitación que admite en su cerebro. Por encima de las amputaciones, las limitaciones orgánicas congénitas, si hay voluntad y disciplina, se podrá correr y volar y subir al podio a probar la gloria y oír el himno de los propios méritos. Triunfó la ilusión y fueron vencidas las limitaciones. Más parece una competencia poética que un certamen donde unos ganan y otros pierden.

31-08-12                                12:05 p.m.

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