domingo, 26 de agosto de 2012

DEMOSTAR EL AMOR… EN LA FAMILIA Y EN LA COMUNIDAD


Por Pbro. Edwar Andrade
Párroco Iglesia Stma. Trinidad Santander de Quilichao, Cauca

“Si alguien no tiene cuidado de los suyos, principalmente de sus familiares, ha renegado de la fe y es peor que un infiel”  (1 Timoteo 5,8).


La Lectura del capítulo 13 de la 1 Carta a los Corintios, nos ayuda a comprender más lo que significa el amor cristiano. En una ocasión una persona comenzó a leer el siguiente texto: El amor alienta, el odio abate; el amor sonríe, el odio gruñe; el amor atrae, el odio rechaza; el amor confía, el odio sospecha; el amor enternece, el odio enardece; el amor canta, el odio espanta; el amor tranquiliza, el odio excita; el amor guarda silencio, el odio vocifera; el amor edifica, el odio destruye; el amor siembra, el odio arranca; amor espera, el odio desespera; el amor consuela, el odio exaspera. El amor suaviza, el odio irrita; el amor aclara, el odio confunde, el amor perdona, el odio intriga; el amor vivifica, el odio mata; el amor es dulce, el odio es amargo; el amor es pacífico, el odio es explosivo; el amor es veraz, el odio es mentiroso; el amor es luminoso, el odio es tenebroso; el amor es humilde, el odio es altanero, el amor es sumiso, el odio es jactancioso; el amor es manso, el odio es belicoso; el amor es espiritual, el odio es carnal; el amor es sublime, el odio es triste. Podemos preguntarnos: ¿Cuáles son las características del amor que estamos tratando de vivir en nuestra familia y comunidad?


San Pablo en su primera Carta a Timoteo dice: “Si alguien no tiene cuidado de los suyos, principalmente de sus familiares, ha renegado de la fe y es peor que un infiel” (1 Timoteo 5,8). Así que nuestra casa, nuestra familia debe ser nuestra primera comunidad y debemos compartir la oración, actividades, alegrías, trabajos, anhelos e ideales. De igual manera, sentimos la necesidad de unirnos, despojándonos de nuestro egoísmo, sirviendo a los demás, amando a nuestros hermanos con el amor fraterno que Jesús enseñó. De igual manera Jesús responde alimentándonos, haciendo que vivamos los dones del Espíritu Santo que sólo se manifiestan en comunidad, con un grupo de personas que teniendo un mismo espíritu, un mismo Padre, comparten con los hermanos, teniendo en común su fe, su amor, sus metas, sus vidas, aprenden juntos a vivir la vida nueva que Dios les señala “hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo” (Efesios 4, 13). Viviendo en comunidad aprendemos a ser servidores de la gracia obedeciendo al Espíritu Santo a través del orden y la obediencia a nuestros pastores y nuestros hermanos. Sólo viviendo en comunidad podremos practicar verdaderamente la obediencia a nuestros pastores y a nuestros hermanos. Sólo viviendo en comunidad podremos practicar verdaderamente la obediencia creciendo como cuerpo de Cristo y logrando la madurez cristiana que caracterizó a los primeros cristianos. La Iglesia es el cuerpo de Cristo. Las comunidades cristianas son células; sin embargo, una pequeña comunidad cristiana donde todas las personas se han convertido al Señor y han recibido la plenitud del espíritu, se puede considerar un solo cuerpo, el CUERPO DE CRISTO RESUCITADO “Ahora bien, , vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte” (1 Corintios 12, 27). La unión con la comunidad nos ayuda a vivir como buenos cristianos, de otro modo no tendremos la fuerza suficiente para hacerlo. Dios habla a su pueblo y pacta con él. Él reparte sus dones especiales, que no tienen objeto si estamos solos. En la comunidad se recibe la orientación, la ayuda, fuerza, pastoreo, alimento y ejemplo. Estas y otras bendiciones las recibimos en la medida en que comencemos a servir a los demás, en que nos integremos a la comunidad. El que cree y ama hace todo lo que puede y deja lo demás en manos de Aquél que es el dueño del mundo, de los corazones de los hombres, de los acontecimientos.

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