lunes, 27 de agosto de 2012



POR LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Locombiano

“El verdadero periodismo es intencional,
a saber: aquel que se fija un objetivo
y que intenta provocar algún tipo de cambio.
No hay otro periodismo posible”
Ryszard Kapuscinski, bielorruso. Epígrafe de Proclamanortecauca.

La libertad es como el arco iris. Tiene amplio espectro. Allí caben todos los colores. Y a nadie le puede extrañar que salga todas las tardes, especialmente cuando amenaza lluvia o se acaba una tormenta. El arco iris tranquiliza, es un signo de esperanza.

Qué le vamos a hacer si el hombre usa su libertad de locomoción, de culto, de asociación, de prensa, de expresión, de escoger profesión, de pensamiento. Si existe libertad hay democracia. Nadie le pide a la Naturaleza que no salga el sol, que no venga la lluvia, que no se abran las flores, que no haya nubarrones. La Naturaleza es libre de seguir su ley. Y la sociedad es libre para organizarse.

Los tres “poderes”, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial existen y tienen la autonomía que les da la Constitución. Pero están en función de los grandes destinos que tiene un país y su pueblo. Esos poderes no son absolutos ni soberanos, no se pueden ejercer con tiranía, como vientos huracanados que arrasan con lo que encuentran a su paso y que parece les “estorbara”.

Las tres ramas del poder público tienen la función de armonizar los altos intereses de la Nación sin intromisiones del uno con el otro. Su estructura está definida con claridad meridiana en el Capítulo I del Título V de nuestra Carta Magna. Pocas líneas, pero suficientes, para que no haya desborde. Sus magistrados, como en la antigua Grecia y Roma de Justiniano, eran seleccionados entre los mejores jueces y representaban y defendían los altos intereses de los asociados.

Y el país colombiano, sobre todo en épocas de crisis moral, ha mirado a su aparato judicial como un faro, como un arco iris, como un baluarte en donde se defienden sus instituciones, se preservan los valores culturales y el patrimonio ecológico e histórico. Aún está fresca la memoria de la valerosa actitud de las Cortes Suprema y Constitucional para frenar los apetitos de congresistas y el presidente pasado que amenazaban con llevar a la hecatombre al país y ponerlo a rodar por el despeñadero de la corrupción y el crimen.

Colombia ha mirado con sorpresa los movimientos de gobiernos dictatoriales que socavan los grandes principios de cualquier pueblo. Nos ha asustado a veces el desborde de políticas en el reino Unido, Argentina, Ecuador, Cuba, Egipto, Siria, en donde la libertad de prensa y de expresión se ha visto amedrentada para denunciar las lacras que corrompen la democracia y los derechos legítimos del pueblo a conocer lo que ocurre tanto en los bajos fondos como en las alturas de nuestras instituciones.

El país está atónito con la actitud principesca y el celo excesivo de la propia majestad que la Corte Suprema otrora tan altiva, la lleva a poner en el cepo a dos mujeres que se han atrevido a opinar y señalar con el dedo y la pluma. No son hombres, pero tienen las calzas ajustadas y son ejemplo de temple para cualquier periodista. Huele, entonces, a inquisición, huele a revancha, huele a misoginia, huele a persecución. Todo lo contrario de lo que uno espera de servidores con el grado más alto del sentido de lo que es la libertad de prensa y de opinión, base de la democracia.

Cuando el periodismo toca la piel humana y duele es porque debajo hay pus o enfermedad. Una columna obsecuente, sosa, que no busca el cambio en los actores de la noticia es un remedo de periodismo. La Orozco y la Duzán han puesto en lo alto el nombre de la opinión.

26-08-12                                                      9:55 a.m.

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