Por José López Hurtado*
Los enemigos de que se inicien conversaciones de paz en Colombia, han
venido rebuscando infinidad de argumentos para impedirlo.
Su propuesta es que a los grupos de la narco-guerrilla hay que
derrotarlos primero, para establecer diálogos después, o lo que es lo mismo,
seguir en la cruenta guerra de hace más de medio siglo, que solo le ha dejado
al país sangre, víctimas, viudas, lisiados y unas astronómicas cifras de
pérdidas en la economía nacional, que ha impedido que Colombia supere los
cordones de miseria y subdesarrollo.
Porque es que los índices de crecimiento sólo es para la
contabilidad de las empresas, y simplemente llegan hasta ahí, hasta engordar
los boletines de la macro economía oficial y privada, mientras el pueblo raso
se debate en el hambre y la pobreza.
Los pregoneros de la guerra han dicho, primero, que el gobierno
Santos le ha ocultado a la ciudadanía sobre esas preliminares conversaciones,
desconociendo que precisamente, en gran medida, han sido los espectáculos
mediáticos y la falta de sigilo, lo que ha abortado esos intentos en el pasado,
no solo en Colombia, sino también en el mundo.
Fue la falta de esa prudencia la que impidió el buen resultado de
las negociaciones entre talibanes y oficiales norteamericanos en 2011, y la que
estuvo a punto de hacer fracasar los diálogos de paz del Congreso Nacional
Africano y los ultraderechistas blancos en el Caso Sudáfrica, mantenidos en la más
absoluta reserva. También el proceso de paz entre la organización terrorista
vasca y el gobierno español, se vio gravemente afectado en dos oportunidades,
1978 y 2006, cuando se revelaron las conversaciones que se habían mantenido en
secreto. Igualmente en el proceso de Ira y el Reino Unido, que llegó a feliz término
en 1998, el sincretismo fue un elemento fundamental, para terminar el
conflicto, con el llamado Acuerdo de Viernes Santo. Así mismo, para el
conflicto aún vigente, entre Palestina e Israel. O sea, los pregoneros de la
muerte no pueden, desde ahora, deslegitimar el proceso colombiano por éste
motivo, ni escandalizarse por ello, llamando al repudio público, como lo han
intentado hacer al conocerse los acercamientos. Plantean así mismo, como otro
factor de descontento, que no existan condiciones previas de derrota de las
FARC, en el plano militar, para entrar a dialogar con el grupo insurgente. Si
así fuere, la pregunta obvia es, entonces, para qué conversaciones de paz.
Se reconoce por supuesto, y somos los primeros en admitirlo, que
al no existir ese escenario de claudicaciones, es muy probable que el ambiente
de atentados se agudice y las fuerzas regulares colombianas aumenten sus operaciones.
Lo cual dentro de la dinámica propia del conflicto en esta etapa inicial, puede
resultar lógico. E inherente a su propio desarrollo.
* Analista Internacional, colombiano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario