Una vez más nos vemos en la penosa tarea de fijar posición frente
a la tragedia que embarga a un pueblo que su mayor culpa es, pisar en uno de
los mayores reservorios de combustibles fósiles en el planeta.
Nuevamente otro significativo accidente que sin dudas dejará
secuelas, muchas irremediables, frente a los que no tienen voz. El daño
patrimonial, ecológico y ambiental que sufre otra reserva natural, otro parque
nacional, créanlo o no, está contemplado como “sacrificios necesarios” para la
industria petrolera mundial.
Hoy la producción petrolera venezolana cobra nuevas víctimas, las
muy dolorosas pérdidas humanas bajo su responsabilidad y además, tendrá en su
consciencia la inevitable contaminación que genera este tipo de incidentes.
Biodiversidad única en el planeta, ecosistemas endémicos y muy
frágiles, especies de flora y fauna sufrirán las consecuencias de otra tragedia
ambiental ocasionada por el voraz mercado mundial de los combustibles fósiles.
A pocos kilómetros del Mar Caribe, una inmensa explosión removió
con su onda expansiva, alrededor de 20 Km. a la redonda, toda forma de vida que
encontró a su paso. En una región caracterizada además por su incalculable
potencial eólico, no hay que establecer muchas hipótesis sobre el verdadero
alcance de este infernal castigo que hemos sufrido.
Precisamente nos preocupa el verdadero alcance sobre los problemas
de contaminación ambiental. Las emisiones de gases tóxicos, originados por la
combustión completa e incompleta que los convierten en gases del efecto
invernadero, incrementando los niveles de CO2 en nuestra atmosfera.
Dos reservas naturales victimas en la ruta mortal de la onda
explosiva, arrastrada por las corrientes de aire que vienen de un Mar Caribe que
está pasando por una sus mayores temporadas de huracanes.
El Parque Nacional Médanos de Coro está ubicado en el estado
Falcón en el noroeste de Venezuela. Su área más importante está circunscrita
alrededor del istmo, en la vía a la Península de Paraguaná al costado norte de
la ciudad de Santa Ana de Coro (Patrimonio mundial de la humanidad UNESCO).
Como en toda zona árida o desierta, la vegetación y fauna son
escasas, y aunque sean minorías silentes, debemos también honrar la variedad de
aves, reptiles, lagartos, iguanas, murciélagos y osos hormigueros, entre otros mamíferos,
que habitan esta área ubicada a tan solo 50 Km. de lugar de la explosión.
Y lo que más nos preocupa es que apenas a 100 Km. del desastre,
están las aguas del Mar Caribe en la región del Golfo de Venezuela, donde la
llegada de agentes contaminantes afectaría a manglares, y ecosistemas de costa
que van desde la Península de Paraguaná hasta la Península de la Guajira.
Muchos de los efectos como suele suceder en estos casos se verán a
largo plazo y no en lo inmediato, ya que este tipo de desastres generan
partículas que se ven, como el hollín, pero hay muchas otras que no, y que
inciden directamente en la contaminación de la atmósfera.
La directiva, colaboradores y activistas de la Fundación Azul
Ambientalistas nuevamente solicitan al Estado Nacional, Regional y Municipal,
asumir las consecuencias del desastre natural que ocasiona esta tragedia.
Desarrollar verdaderos planes de contingencia conjuntamente con el
llamado a los especialistas en materia ambiental, ecológica y conservacionista,
a sumarse a la labor de atención y recuperación de las áreas afectadas.
Y al noble pueblo venezolano a no permitir que en nombre de una
industria, sacrifiquemos nuestro patrimonio natural, nos corresponde
sustentabilidad para las futuras generaciones.
Por la Fundación Azul Ambientalistas: Gustavo Carrasquel, Director
General
Soc. Rafael Peñaloza, Director de Relaciones Institucionales
Biol. Leonardo Sánchez, Director de Investigaciones
Prensa Fundación Azul Ambientalistas
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