No más estadísticas, proyectos ni planes, Santander de Quilichao, a pesar del sobre-diagnóstico, sigue siendo “el pueblo de la heroína”. Se requiere, únicamente, que las autoridades ejerzan su potestad.
Drogadicción y tráfico de estupefacientes continúan vapuleando a muchos jóvenes quilichagueños. Familias desesperadas no saben ahora qué hacer, a pesar de tanto compromiso ofrecido por el sector oficial, estudios y diagnósticos: no han servido para nada, el consumo aumenta.
Por lo que se comprueba en parques y calles de Santander de Quilichao, el problema se volvió insoluble para el Ministerio de la Protección Social, la Policía Nacional, la Fiscalía, las autoridades locales y departamentales; todas se engolosinaron con manejar “información objetiva, confiable, actualizada y comparable sobre la temática de las drogas y los delitos relacionados”, además de formular “políticas, diseño y evaluación de programas y proyectos”, ejercicios burocráticos y justificaciones que no han servido para nada, el consumo y el tráfico ilegal de estupefacientes aumentan.
Recuerdo que hace unos meses se desató un gran escándalo porque algunos connotados periodistas demostraron en diferentes medios de comunicación que el problema de la drogadicción y el tráfico de heroína en Santander de Quilichao era –ES- muy delicado y doloroso. También me acuerdo de que tan pronto se conocieron las noticias que pusieron en evidencia la peligrosa dolencia pública que nos carcome, los periodistas fueron reprochados con el irresponsable argumento de que atentaron contra el buen nombre y la imagen de este querido pueblo.
En mi pueblo natal, donde vivo, del cual me siento orgulloso como ninguno, con sus parques y samanes que, todavía, invitan a compartir esperanzas, cuentos y risas, mientras no están ocupados por los consumidores, las autoridades locales no los quieren ver –a los drogadictos-, y para eso, se “tapan los ojos”.
En mi pueblo, con sus casas viejas y edificios nuevos que se imponen, tierra de poetas, músicos y comerciantes, escultores y científicos, deportistas y campesinos, y también de burócratas empedernidos, que no ven viciosos, o sí, pero no hacen nada, en mi pueblo, el consumo aumenta; pero tanta burocracia inútil, local y regional, tampoco quiere saber nada de esto. Cuando se siente presionada, porque es reaccionaria, no proactiva, convoca a un consejo o reunión de cualquier cosa, para que vean que sí es “responsable”, mejor si el consejo es de “seguridad” para que se vean armas y uniformes, se diseña un plan o proyecto, se designa otra comisión y listo, lavadas las manos, y así sucesivamente… mientras el consumo y el tráfico ilegal de estupefacientes aumentan.
Quien conoce o viene a Quilichao, ahora bullicioso, siempre vuelve en busca de calor amigo o de otra oportunidad y el que se va, con seguridad se lleva el recuerdo amable de esta tierra. Pero nostálgico, tengo que reconocer que Pirry, Salud Hernández y el también quilichagueño Antonio José Caballero Velasco, tuvieron –y tienen- toda la razón cuando pusieron en evidencia la llaga de la drogadicción y el tráfico de drogas ilícitas que aún sigue haciendo de las suyas en este, mi querido pueblo. Columnas periodísticas, programas televisivos, videos miles en You Tube, que denuncian, tampoco han servido para nada, el consumo y el tráfico ilegal aumentan. La burocracia también.
Las promesas de campaña de la actual administración municipal, y del actual gobernador, se quedaron allá, en la campaña; hoy, en realidad, el consumo y el tráfico ilegal aumentan en Santander de Quilichao. Nada se ha hecho, por eso, hoy como ayer, podemos leer los siguientes titulares aparecidos en medios de todo el mundo que siguen vigentes, así nos duelan:
- Como 'pueblo de la heroína' describe El Mundo (de España) a Santander de Quilichao
- Autoridades preocupadas por alto consumo de drogas en Santander de Quilichao
- A dos euros la papelina: El pueblo de la heroína
- Niños entre 8 y 9 años consumen heroína en Santander de Quilichao
- Son 4 mil las personas adictas a las drogas en Santander de Quilichao
- Informe periodístico sobre alto consumo de heroína en Santander de Quilichao recorre el mundo a través de Internet
- Heroína: ¿La droga maldita?
- Ministerio de Salud y Protección Social: Principales hallazgos y recomendaciones de los Estudios de Heroína de corte cuali-cuantitativo y focalizado: Medellín, Pereira, Armenia, Bogotá, Santander de Quilichao, Cúcuta, y Pamplona.
- "Con el infierno en las venas"
- Especial Heroína II: Entre la muerte y la esperanza
- Evaluación Rápida de la Situación de Consumo de Heroína en el Municipio de Santander de Quilichao, Cauca
- Santander de Quilichao, en Colombia, “cuna” de heroinómanos
- Aumento en el consumo de drogas, tema que preocupa al Ministerio de Salud
- Gobierno Nacional preocupado por incremento del consumo de Heroína en Santander de Quilichao
- Autoridades preocupadas por alto consumo de drogas en Santander de Quilichao
- Niños de Santander de Quilichao son arrastrados al vicio de la heroína
- Héroes sin heroína
- …
He oído decir, que no hay nada qué hacer, a pesar de que todos se manifiestan “preocupados”. Que es un problema que también lo padece el resto del mundo y por tanto, no es problema solo de Quilichao. Hay que esperar a ver qué pasa en el resto del universo. Para eso la globalización se impone, piensa nuestra burocracia, a la cual le pagamos para que piense sandeces.
El otro día conversando sobre este asunto con un comandante de policía, que no era el alcalde ni el gobernador, porque ellos parece que tampoco saben que lo son, al cuestionarlo sobre por qué un joven cualquiera, conocido o no, que necesita sus dosis de estupefacientes varias veces en el día, y en la noche, inmediatamente las consiguen sin ningún problema, en el parque, en la olla, en la calle o en la esquina, pero que los únicos que desconocen quién las expende, las distribuye y dónde, son los policías y las autoridades administrativas –“desconocimiento” que subsiste-, me respondió: nosotros sólo podemos actuar contra personas o allanar sitios con orden judicial o cuando un ciudadano denuncia, para producir dichos efectos jurídicos; me retó: si usted los conoce ponga el denuncio. Pues bien, me pregunto: a mí, como ciudadano ¿me toca remplazar a los organismos administrativos, de inteligencia, policiales, que los ciudadanos pagamos y sostenemos para que investiguen, recolecten pruebas y judicialicen delincuentes? ¿El ciudadano tiene la defensa o protección necesaria, los recursos que se les transfieren a los organismos especializados, es responsable como sí lo son las autoridades de operar las tecnologías apropiadas, se le paga como a ellas, para que realicen precisamente esa tarea? No. Claro que se sienten muy cómodos trasladando su propia responsabilidad al vecindario, inclusive a los padres de familia.
Las autoridades no ven la nube de muchachos en los potreros, en Belén, en toda parte, envenenándose a altísimos costos, por lo cual el problema se transforma en una inseguridad permanente en las calles donde el ciudadano y los establecimientos comerciales son víctimas cotidianas del atraco y los hogares son asaltados por quienes tienen que rebuscarse para vivir su “vida”. La droga es una cadena de delincuencia que no ocupa un lugar en la agenda oficial y menos en el tratamiento como problema de salud pública. Claro que nadie puede negar que los anaqueles de las entidades públicas están llenos de planes, estadísticas, estudios y programas de prevención y los burócratas también llenos de respuestas inmediatas para los medios de comunicación, se derriten ante un micrófono para dar declaraciones con las que creen salvar sus responsabilidades…
Cada quien que se defienda como pueda, es la conclusión; es al caos social a donde nos conducen quienes se habían comprometido a mejorar la calidad de vida y el orden público… Mientras la delincuencia, la drogadicción y el tráfico de estupefacientes aumentan regaladamente, ellos, quienes esquilman el erario, apoltronados, ¡siguen creyéndose sus cuentos, y pensando... lo que ellos piensan!
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