lunes, 3 de diciembre de 2012

DOS CULTURAS


JORGE ELIECER ORTIZ FERNANDEZ

Tuve la oportunidad de diferenciar dos culturas que ancestralmente han sido disimiles pero que por su cercanía territorial, destacado el norte del cauca, ha tenido influencia para que estas poblaciones rediman sus economías y la forma de ver la vida.
Me refiero específicamente a lo sucedido en el puente aéreo de la ciudad de Bogotá, cuando los asistentes de Avianca anunciaban el ingreso a salas de espera, en el número uno para quienes abordarían el vuelo a la ciudad de Cali y en la número cuatro para quienes volábamos para la ciudad de Popayán.
Desde luego, ya tendrán claro a que culturas me refiero, la patoja y la caleña. Pues bien, la anécdota si es que la deseamos tomar como tal, refiere a que la poderosísima empresa de aviación “Colombiana” hoy en poder del señor Germán Efromovich, nos citó a patojos y caleños para que estuviésemos una hora antes de la hora señalada para el despegue.
Cumplidos como nos caracterizamos, ahí estuvimos para escuchar cómo las auxiliares anunciaban por el medio de comunicación interna que debido a problemas de visibilidad los vuelos estaban reprogramados para dos horas después de la inicialmente pactada con la aerolínea, como dice el Pibe, todo bien, a armarse de paciencia y esperar.
Cuando de repente nuevamente las auxiliares anunciaron otra reprogramación de una hora y ahí fue Troya, se armó la grande, quienes estaban en la sala uno, o sea los caleños, se levantaron al unísono e iniciaron una serie de arengas en contra de Avianca, llenaron formularios que los mismos empleados de la empresa suministraron para que dejaran por escrito su inconformidad, en fin, todos los caleños se unieron para defender sus intereses.
Y ustedes se estarán preguntando, y bueno, que pasó con los patojos frente al molesto anuncio, ¿cuál sería su reacción?, atérrense, no pasaba nada, se sentía un silencio absoluto en la sala número cuatro de espera, lo que sucedía no nos afectaba, unos leíamos la prensa, otros leían libros, otros contaban las gestiones realizadas en la capital, otros babeaban al observar que en nuestra sala estaba Maelo Ruiz con su gran panza pero con una gran voz salsera y ríanse, otras, damas por demás, se dedicaban a solicitar una foto con el émulo de José José, si, ¡imagínense¡ visitaba nuestra ciudad tan ilustre artista colombiano; todo eso opacaba el llevar tres insoportables horas en la sala de espera.
Frente a la situación y haciendo remembranza de un proceso que lideramos en la ciudad, resaltado por la alta pasividad y de nomeimportismo de nuestros coterráneos, tome la decisión de ser solidarios con ellos y también me quedé callado, solo una chica, ya en el avión, decidió dizque pedir almuerzo a las azafatas, ya que según ella, era lo menos que podía hacer la imponente empresa frente a la pésima atención de la aerolínea. Su reclamo fue asistido, las auxiliares de vuelo le regalaron un “juguito”, ella satisfecha, al culminar el vuelo felizmente en Popayán, me dijo en voz baja, bueno por lo menos logré un jugo y una “chichiligencia”, si señores, son dos culturas, la caleña con su protesta logró que por lo menos Avianca diezmara sus ingresos con el pago de 70 almuerzos, y los patojos, ya saben, no nos estresamos pero literalmente pasaron por encima de nuestros derechos porque todos los que íbamos en el vuelo 9258 esperábamos que alguien hablara por nosotros. ¿Si ven la diferencia?

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