Reinel
Gutiérrez
Las personas creen que vivir en la ciudad es estar solo en
contacto con la modernidad, la tecnología el tránsito vehicular, los sonidos,
el ruido, las luces y los aparatos raros. Piensan que es un mundo especial y no
se compara con el campo y la selva donde hay animales, y no se detienen a
pensar en los miles de seres vivientes que cohabitan entre el conglomerado.
En la zona urbana hay palomas, gorriones, periquillos, gallinazos,
gallinas, patos, cisnes, gansos, loros, guacamayos, gatos, perros, vacas, caballos,
mariposas, abejas, hormigas, garrapatas, zancudos, piojos, pulgas, murciélagos,
ratas, ratones, lagartijas, arañas, gusanos, y cucarrones, que están en los
patios, torres de los templos, techos de las casas, plazas de mercado, cuartos
de dormitorio, lotes desocupados, etc. Un pavo real no aparece en la oficina
del gobernador, pero sí una cucaracha. Tampoco una garza entra a un elegante
restaurante, pero si una mosca.
A lo anterior se agregan los animales extraídos de su hábitat
natural y que se hallan presos en la ciudad, en cárceles llamadas zoológicos o
circos, entre los que se cuentan leones, tigres, elefantes, panteras, micos, cebras,
jirafas, cocodrilos, tortugas, vicuñas y llamas.
En consecuencia, la vida en el perímetro urbano a veces se resume
a la actividad laboral, académica y científica sin conciencia de que a la par
hay una sociedad irracional que maneja su mundo y que nace, se reproduce y muere,
sin que los inteligentes seres humanos lo noten.
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